Datos personales

jueves, 7 de octubre de 2010

David Irving: ¿historiador o productor de Best Sellers?

Este trabajo fue publicado en Cuadernos del CLAEH, número 93. Páginas 169-177.

 “Si estas personas quieren hablar, dejémosles que hablen (...).
                                                                           Es un acicate para aquellos que investigamos con objeto de
                                                                            analizar de nuevo lo que podríamos haber dado por sentado.
Y eso nos resulta útil”[1]


La Segunda Guerra Mundial es el tema político-militar del que más se ha escrito en los últimos cincuenta años. Se cuentan por docenas las historias generales y trabajos que abordan aspectos específicos del conflicto: desembarco en Normandía, holocausto judío, etc.  Una importante bibliografía justifica el esfuerzo de las potencias aliadas en defensa de los principios de libertad y su lucha aparece reivindicada ya que se hacía contra el proyecto expansionista que llevaban adelante las dictaduras del eje Tokio, Roma, Berlín. Una lectura diferente es la que nos plantea el investigador David Irving al cual nos aproximaremos analizando algunos de sus más de veinte libros sobre el tema.

David Irving es el hijo de un comandante de la Armada Real Británica, que estudió en el London’s Imperial College of Sciense & Technology. Posteriormente pasó unos años trabajando en una fábrica en Alemania, con el objetivo de leer y hablar fluidamente esa lengua. En 1963 publicó su primer libro La destrucción de Dresden, uno de los temas más conflictivos de la RAF[2] el bombardeo injustificado sobre una ciudad indefensa. Esta acción fue cuestionada por Irving que lo colocó en la mira de los estudiosos y los principales afectados de la Segunda Guerra Mundial.
Leer a Irving, es hacer una lectura diferente de la Segunda Guerra, o partir desde una óptica diferente. Sus libros han despertado críticas desde el mundo académico debido al revisionismo histórico que realiza sobre el período 1933-1945.  También los intelectuales judíos lo acusan de minimizar la política llevada adelante por los nazis contra su pueblo acusándolo de ser uno de los más firmes sostenedores del negacionismo.
El negacionismo niega, o cuando menos minimiza las masacres y persecuciones de que fue objeto el pueblo judio bajo el Tercer Reich y los países ocupados por éste entre 1933 y 1945. Sus partidarios prefieren identificarse con el término revisionismo histórico. Sus ejes principales de análisis son negar que el gobierno nazi tuviese un plan deliberado de exterminar a los judíos; que hubiese más de cinco millones de judíos asesinados por los nazis y sus aliados; que  existiesen dispositivos para el exterminio masivo, tales como cámaras de gas, en los campos de exterminio.
Se aprecian dos corrientes, en función de su grado de negación,  la que considera errónea la historia del Holocausto, principalmente la existencia de las  cámaras de gas y la que afirma que el Holocausto, entendiendo éste como una política activa de exterminio de los judíos por parte del gobierno de Hitler, no existió.

“David Irving fue detenido el 11 de noviembre de 2005 por agentes de la Inspección de Policía de las Autopistas cerca de la localidad de Johann in der Heide, en el estado austriaco de Estiria, en base a una orden de captura de un tribunal de Viena emitida en noviembre de 1989 por delito de apología del nazismo según la Ley de Prohibición vigente en Austria desde 1947. Irving se había trasladado a Austria aparentemente para pronunciar un discurso invitado por la cofradía estudiantil Olimpia, que agrupa a estudiantes de extrema derecha. Irving sabía que pesaba sobre él una orden de captura desde 1989 por haber dado discursos en círculos neonazis austriacos, violando la Ley de Prohibición.
Irving fue condenado el 20 de febrero de 2006 a tres años de prisión por el delito de negacionismo, tipificado en el Código Penal austriaco, y por falseamiento de la historia, a pesar de haberse declarado culpable del mismo y de haberse retractado de algunas de sus afirmaciones anteriores, admitiendo durante el proceso la existencia de las cámaras de gas y la eliminación de millones de judíos (sic). El tribunal declaró no haber encontrado indicios de arrepentimiento en la autoinculpación de Irving.”[3]

El caso de David Irving es el de un historiador que ante todo justifica sus trabajos postulando que en Historia no hay verdades absolutas. Al igual que otros investigadores  Irving no contaba al inicio de su producción con la gran prensa que predominaba en los circuitos académicos formales.  Fue criticado por la academia británica al cuestionar la historiografía tradicional sobre la Segunda Guerra Mundial y en particular sobre el tema judío, el autor intentó -no siempre con éxito- fundamentar sus posturas a través del manejo de documentos.[4]  
La abundancia de materiales, informes, tesis y publicaciones  británicas sobre el tema nos permite comprender mejor la reacción que la postura de Irving desató en los circuitos académicos.
Irving no justifica en sus libros a Adolf HItler, por el contrario lo condena -como todas las historias-, incluso presenta pruebas irrefutables que demostraron la falsedad de Los Diarios de Hitler publicados en la Revista Stern  “Cuando el asunto de los diarios de Hitler que publicó la revista ‘Stern’ yo descubrí su falsedad. Entre otros detalles, había una carta de Hermann Göring a un amigo y estaba mal escrito su cargo en el Reich. Igualmente sabemos que en el atentado que sufrió Hitler en Julio del año 1944, éste sufrió daños en su mano derecha y sin embargo, la letra del manuscrito no se veía afectada por ello. Además, hicimos examinar la tinta y el papel en un laboratorio y todo era posterior a la guerra. La antigüedad de la tinta puede determinarse por su grado de oxidación”[5].

También es  cierto que le quita a Hitler  responsabilidades, pero no lo absuelve de sus crímenes.

 Los libros se presentan bien documentados debido al manejo de archivos –que en  confianza sólo a él se le facilitaron y que en su mayoría hoy están en el Bundes Archiv -, y a su manejo perfecto del idioma alemán[6] hablado y escrito –.   Al definir su metodología de trabajo descarta la fase prospectiva afirmando que prefiere consultar las “fuentes originarias de la época en cuestión antes que en la literatura publicada sobre el tema.”[7] , de la cual es muy crítico.  A pesar de lo escabroso de la temática desarrollada en sus libros, su fineza de pluma nos lleva a que leer a Irving suponga ingresar en un ejercicio de minuciosa y detallada descripción que nos hace recordar el realismo de Balzac.

Para aproximarnos a Irving vamos a tratar su relacionamiento con las fuentes, con el negocio editorial, con los juicios que se derivaron de sus propuestas. Nos detendremos en un breve comentario de dos de sus libros y finalmente reflexionaremos sobre la narración, el historiador y el rol de la historiografía.

Manejo de fuentes:
Las fuentes y archivos principales sobre el tema en el Reino Unido y  en Estados Unidos son las siguientes:

Archivos en el Reino Unido

British Library oral history archives: Jewish experience collections

Centre for German-Jewish Studies: the Arnold Daghani collection

Imperial War Museum collections


The National Archives


The Parkes Institute for the Study of Jewish/non-Jewish Relations: the Jewish archives

University of Essex Albert Sloman Library special collections: Amy Zahl Gottleib collection

The Wiener Library


Archivos Internacionales

Simon Wiesenthal Center Library and Archives

Yad Vashem
Irving critica cómo se han manejado las fuentes y documentos por parte de  los historiadores contemporáneos, especialmente alemanes, sobre el surgimiento del nazismo y su relación con los judíos.  Tanto en  “El camino hacia el Poder” y en “La Guerra de Hitler”, menciona hechos no tratados por la historiografía tradicional alemana: “Así, durante el proceso contra Hitler por el ‘putsch’ en 1923, un policía declara que oyó a uno de los líderes del movimiento decir a Hitler: ‘Mi führer, mis hombres y yo hemos destruido una tienda de los judíos en Munich’, a lo que él repuso: ‘Lo que han hecho es una vergüenza para nuestro Movimiento. Me aseguraré de que no puedan ustedes tomar parte en ningún movimiento nacional en Alemania’.
En la noche de los cristales rotos, donde hubo destrozos de tiendas y sinagogas a Hitler le comunican que un hotel de Munich ha llamado para denunciar que la sinagoga vecina está ardiendo. Entonces, él hizo salir a sus ayudantes a las calles de Munich para intentar frenar la situación. Convocó a sus principales ministros, a Himmler, a Goebbels, al jefe de la policía y a Rudolf Hess para que evitaran en lo posible estos actos que suponían un desprestigio para el Reich. Tengo un documento de los archives americanos que reproduce un telegrama firmado par Rudolf Hess y enviado a todos los Gauleiters en el que se indique que no deben incendiarse ni destruir establecimientos judíos.”[8]
Con sus más de seiscientas páginas La Guerra de Hitler, es uno de sus libros más polémicos. El mismo Irving considera  que ha sido “todo un éxito que ya va par la cuarta edición, pero que me ha hecho ganar muchos enemigos en todo el mundo. A partir de aquí he tenido muchos problemas pues el libro no ha gustado a los judíos y ellOs tienen influencia en editoriales y medios de comunicación.”[9] Allí Irving describe profusamente –suponemos que en su intención de dar credibilidad a su posición que va a contramarcha de la historiografía clásica del tema-, cada momento de la Segunda Guerra desde la invasión a Polonia hasta la discutida autoeliminación del propio Hitler. En varios de los capítulos comienza haciendo referencia al progresivo deterioro físico del Führer. Su preocupación por la salud de Hitler lo llevó a escribir otro libro sobre la biografía del Doctor Morel “The Secret diaries of Hitler’s Doctor” basado en la documentación del propio Morel que Irving consulto en el Archivo General de Washington en 1981.
 El objetivo del autor es hacer reflexionar sobre todo lo que se ha escrito sobre la Segunda Guerra Mundial, pero por momentos produce una percepción incómoda, ya que el enemigo ha variado. La incomodidad parte de la  inestabilidad que nos provoca el cambio de algunos esquemas de conocimiento firmemente incorporados. El autor nos presenta un pueblo alemán que en el transcurso de la guerra va siendo acorralado y cayendo en la indefensa situación de carecer de un mando capaz de hacer  frente a la ofensiva aliada. Esto cuestiona la tesis común de la obediencia absoluta en el liderazgo hitleriano

Asi pues, el autor nos plantea una versión de los hechos muy diferente a la comúnmente admitida. En relación al exterminio judío afirma que Hitler lo ordenó hacia 1945, responsabilizando las acciones de los años anteriores a interpretaciones[10] de sus generales sobre las declaraciones del Fürer.   Presenta a un Hitler asesino, pero muchas veces débil en sus decisiones políticas y manipulado por las otras figuras militares que lo rodeaban y en quienes indefectiblemente tenía que delegar decisiones. Según Irving la autoridad de Hitler se habría ido debilitando y desplazando  hacia sus subalternos a medida que avanzaba la guerra;  no ocurrió lo mismo con las responsabilidades que habrían caído todas en los “hombros” del Führer: “después de su muerte, el proceso de satánica mitifcación de Hitler aumentó todavía más: en los juicios de Nuremberg, la culpa pasó del general al ministro, del ministro al dirigente del partido, y de todos ellos, invariablemente, a Hitler.” [11]

En El camino de la guerra  con el permanente respaldo de documentación Irving indaga en el camino seguido por Hitler para alcanzar y afianzarse en el poder; hace referencia a la relación entre Hitler y Gran Bretaña, destacando las intenciones de alianza que el Führer abrigó hacia una potencia que admiraba profundamente. En el capítulo titulado “Dictador por Consenso” se describen los beneficios que el sistema creó “en favor de los trabajadores”.  También se destaca el impulso dado por Hitler a la construcción de carreteras y descarta que estuviera en mente su utilización exclusiva para la movilización militar “se ha exagerado la importancia militar de estas autopistas; el sistema ferroviario alemán era de mucho mayor trascendencia.  Por el momento las autopistas eran el medio por el que Alemania podía consolidar su unidad nacional, ya que Hitler se daba cuenta de que la lucha contra las tendencias separatistas y contra el provincianismo aún iba a durar muchos años” (Pág. 47).
El análisis sobre la censura de la prensa, el cierre de imprentas y la prohibición de muchas publicaciones es de particular interés. Aparece en forma detallada y con testimonios del propio Hitler y sus colaboradores, cómo desde 1933, a poco de asumir el control total de Alemania, se embarcaron en una política de armar a la nación, de “un modo disimulado, ya que las condiciones del tratado de Versalles todavía lo prohíben” (pág. 54)
En otro capítulo, “Un Día, el Mundo”, se aborda el tema de la política exterior y se continúa analizando  el apoyo dado a Franco en la Guerra Civil Española. Es aquí donde el autor cita a Hitler y se puede apreciar la importancia que le asigna a “las masas” y lo que significa contar con su apoyo: “Nos equivocamos de bando en España. Habríamos hecho mejor apoyando a los republicanos, ellos representan al pueblo, siempre se hubiera podido convertir a esos socialistas en buenos nacionalsocialistas. Franco está rodeado de clérigos reaccionarios, aristócratas y ricachones, gente que no tiene nada que ver con nosotros, los nazis” (palabras de Hitler hacia Reinhard Spitzy –secretario personal de Ribbentrop- pág. 78)

La relación de Irving con el negocio editorial

La relación de Irving con las editoriales ha sido compleja; muchas de sus interpretaciones –como él mismo lo afirma- “han despertado críticas y resultan falsas”, nos pareció oportuno incluir este pasaje de la introducción de La Guerra de Hitler   nos presenta un Irving más interesado en su profesionalidad como historiador que como productor editorial de renombre, netamente comercial.

“La misma editorial alemana publicó mi obra poco después, con el título Hitler und seine Feldherren.  Para el principal director de dicha editorial, muchas de mis argumentaciones fueron desagradables e incluso le parecieron peligrosas, por lo que, sin informarme de ello, suprimió dichas argumentaciones y, en algunos casos, incluso invirtió su sentido.  En el texto impreso de dicha editorial, Hitler no decía a Himmler que no debía haber liquidación de los judíos (30 de noviembre, 1941), sino que no debía emplearse públicamente la palabra ‘liquidación’, con referencia al programa de exterminio.  Así se falsifica la historia. (Hicieron caso omiso de mi propuesta de que se publicara fotocopia de la nota de Himmler.) Dos días después de su aparición en Alemania, prohibí la difusión del libro. Para justificar su conducta, los editores de Berlín afirmaron que en mi original se expresaban opiniones que constituían ‘un insulto a consolidadas opiniones históricas’ imperantes en su país.”[12]

Al avanzar en sus publicaciones y obtener mucho éxito en el mercado norteamericano, el desarrollo de sus investigaciones y su marco conceptual hace colisionar al investigador con el editor en anclajes clásicos sobre la Segunda Guerra Mundial:
“Mi agente literario en América, Max Weber me dijo al leer el manuscrito: ‘Lo que le falta son 10 páginas sobre la culpabilidad de Hitler en el Holocausto’. Y yo le contesté: ‘Max, he buscado diez años en todos los archivos y no he encontrado nada sobre una posible conexión entre Adolf Hitler y el Holocausto. No hay ningún documento en los archivos’.Entonces me indicó: ‘Si no escribes nada al respecto, lo que va a pasar en todo el mundo es que vamos a perder los contratos que tenemos con editoriales y librerías y vamos a perder más de un millón de dólares. Si no hay documentos, haz como los otros historiadores: invéntatelos’.Yo no podía hacer eso después de haber trabajado 10 años para encontrar la verdad. Así que no publicamos esas páginas y efectivamente perdimos todos los contratos que teníamos. Para mí, como historiador, ha comenzado una lucha que hasta ahora llevo con éxito, pues tengo a mi lado los documentos necesarios.”[13]
Una crónica periodística relata:“En el mes de septiembre de 1996; St. Martin's Press, su editorial en EEUU, había cancelado la publicación de su libro Goebbels: Mastermind of the Third Reich (Goebbels, el cerebro del Tercer Reich). (...) Dado su historial, era de esperar que se desatara el debate. La revista Publishers Weekly calificó este libro de «repelente»; las organizaciones de judíos expresaron su indignación. (...) Al principio, la editorial St. Martin's Press se mantuvo fiel. Hasta que  Frank Rich, en su columna del New York Times, acusó a Irving de hacer apología de Hitler.”[14], como consecuencia no se editó el libro.

Auschwitz


Es interesante atender los informes del juicio llevado adelante entre Irving y  Deborah Lipstadt con referencia a las cámaras de gas en Auschwitz[15] El pleito demuestra la postura inicial de Irving con relación a las cámaras de gas, que varía parcialmente aunque continúa negando un plan sistemático de eliminación de los judios:
“En este tema el caso planteado por Irving fue que no hay pruebas convincentes de que hubiera cámaras de gas en aquel tiempo en Auschwitz ni de que se proyectara su construcción. Más aún, según Irving no hay pruebas convincentes de que ningún judío perdiera la vida en Auschwitz por ser gaseado (aunque reconoció de entrada que muchos murieron como resultado de las epidemias que, debido a la terrible falta de higiene, azotaban con regularidad el campo). (...) Durante la vista (desarrollo del juicio), Irving cambió de punto de vista: estaba dispuesto a reconocer que había tenido lugar el gaseamiento de personas en Auschwitz, pero en una escala limitada. (...) Según Irving, las pruebas no logran demostrar que se asesinara a judíos en cámaras de gas en Auschwitz en una escala que ni de lejos se aproxime a las cifras dadas por los demandados”[16]

Esta afirmación, polémica, fue calificada como falsa. Sin embargo inició una serie de investigaciones y nuevos análisis sobre los campos de concentración.

Irving hoy
La polémica postura de Irving ha desencadenado comentarios y debates en todo el mundo, el propio Eric Hobsbawn se  ha involucrado en el mismo recibiendo a su vez fuertes críticas desde la izquierda ortodoxa y  de la comunidad judía: “El viraje derechista de Hobsbawm, que –no hay que olvidarlo–es el arquetipo intelectual del stalinista reconvertido, ha ido muy lejos. Lo prueba su intervención en el debate abierto por el juicio al historiador fascista británico David Irving. En su último libro, Irving negó que hubiera existido un plan premeditado del régimen nazi alemán para exterminar a los judíos y a otros pueblos de ‘razas inferiores’como los gitanos; afirmó que Hitler no había dado la orden del exterminio; que las cámaras habrían sido utilizadas para desinfectar los cadáveres de los muertos por enfermedades, y que el campo de concentración de Austchwitz fue una construcción de los polacos en la posguerra para atraer al turismo. Una historiadora norteamericana, Deborah Lipstadt, lo calificó como "uno de los negadores más peligrosos del Holocausto" y entonces, Irving le inició un juicio por difamación. Mientras este juicio se sustanciaba, Hobsbawm pronunció una muy comentada conferencia en la ciudad italiana de Turín. Allí sostuvo que "la argumentación de Irving ha modificado la interpretación histórica del Tercer Reich" (La Repubblica, Italia 31/3), otorgándole "respetabilidad científica" al libelo nazi. Hobsbawm atacó "la excesiva simplificación del libro de Lipstadt" y, a modo de defensa, sostuvo que "Irving no niega que millones de judíos fueron deliberadamente exterminados (...) Sobre todo, se concentra en poner en duda muchas de las ‘ideas establecidas’acerca del Holocausto, que podríamos llamar la retórica pública o la versión hollywoodense del Holocausto, la mayor parte de la cual no proviene de historiadores serios ..."[17]

Conclusión

Podremos discrepar con la posición de Irving, sin embargo el manejo de documentos y fuentes, que por otra parte es la única forma seria y profesional de producir conocimiento, lo ha realizado en forma rigurosa.

Estudiando la polémica desatada a través de sus libros hemos observado que las corrientes de historiadores que analizan este tema se clasifican en cuatro grandes grupos: Funcionalistas, Intencionalistas Revisionistas alemanes y Negacionistas, según interpreten la relación entre Alemania y la Comunidad  Judía en la primera mitad del siglo XX.  Siguiendo a  José L. Rodríguez Jiménez que define a los funcionalistas[18] como historiadores “que consideran que la solución final es el resultado de una serie de iniciativas locales y que la misma no alcanza carácter institucional hasta la primavera de 1942 tras la construcción de los campos de concentración erigidos en Polonia, lo que supone relativizar el papel del máximo dignatario nazi en lo referente a la cuestión judía”[19].  Cuando se refiere a los intencionalistas[20] explica que éstos afirman “que Hitler cursó una orden secreta en la primavera de 1941 para el exterminio de los judíos, la cual (premeditada y no improvisada) afectó en un principio al territorio soviético y posteriormente amplió su ámbito territorial al resto de Europa”[21].  Los revisionistas intentan minimizar la tesis de la culpabilidad alemana, entre ellos E.Nolte que presenta la situación en el contexto de  una reacción defensiva ante el avance del bolchevismo al que adherían mayoritariamente los judíos. Finalmente el otro debate pone en juego el enfrentamiento entre totalitarismo y democracia surgiendo historiadores que consideran una invención de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial la política de exterminio de los judíos llevada adelante por los alemanes, esta corriente se denomina negacionismo, de la cual su principal seguidor es David Irving.

No todos los escritos revisionistas del período estudiado son desechables, la posición de Deborah Lipstadt acusa a Irving de ser “uno de los portavoces más peligrosos  del negacionismo del Holocausto”[22]pero en una posición menos fundamentalista, Norman Finkelstein afirma “Irving, notorio admirador de Hitler y simpatizante del nacionalsocialismo alemán, ha hecho (...) una contribución ‘indispensable’ a nuestro conocimiento de la segunda guerra mundial”[23]


Compartimos la posición de Hobsbawm cuando afirma que es más importante manejar nuevas posturas que estar cerrado a una historia oficial. Entendemos la situación de los afectados por los hechos de la Segunda Guerra Mundial y especialmente el holocausto judío, que debería seguir estudiándose buscando la unidad entre las distintas posiciones interpretativas del período. El análisis de la producción de Irving y sus consecuencias nos permite inferir el valor de los documentos que según la óptica y la evolución de la disciplina histórica demuestra que con nuevas preguntas surgen nuevas respuestas o acalorados debates.
Actualmente trabaja en el que dice será el broche de oro de su carrera, la biografía del líder de la SS, Heinrich Himmler.

Bibliografía que presenta D. Irving en su página WEB:
1963: The Destruction of Dresden (William Kimber Ltd, London)

1964::
The Mare's Nest (William Kimber Ltd, London)
1965::
The Mare's Nest (Little, Brown and company, Boston, Toronto)
1965: Apocalissa a Dresda (Arnoldo Mondadori Editore, Milano)
1965::
The Destruction of Dresden (Ballantine Books Inc., New York)
1965:
The Memoirs of Field Marshal Keitel (William Kimber Ltd, London)
1967:
Accident. The Death of General Sikorski (William Kimber L1967: David Irving: Der Untergang Dresdens (Rowohlt Verlag GmbH, Reinbek)
1967::
The Virus House (William Kimber Ltd, London)
1967:
Der Traum von der deutschen Atombombe (Sigbert Mohn Verlag, Gütersloh)
1967:
The German Atomic Bomb (Simon and Schuster, New York)
1967:
The Destruction of Convoy PQ.17 (Cassell & Company Ltd, London)
1968: David Irving (with Prof D C Watt):
Breach of Security (William Kimber Ltd, London)td, London)
1969: Virusnii fligel (Atomizdat, Moscow, USSR)
1969::
PQ.17 Il Convoglio Della Morte (Club Degli Editori, Milano)
1970:
The Destruction of Convoy PQ.17 (Corgi Books, London)
1970:
Die Tragödie der deutschen Luftwaffe (Deutscher Bücherbund, Stuttgart)
1970??:
Die Tragödie der deutschen Luftwaffe (Ullstein Verlag, Berlin)
1972: David Irving: (transl. and ed.)
The Memoirs of General [Reinhard] Gehlen (London, 1972).
1971:
The Destruction of Dresden (Corgi Books, London)
1973::
The Rise and Fall of the Luftwaffe (Little, Brown and Company, Boston, Toronto)
1975:
Die Tragödie der Deutschen Luftwaffe (Verlag Ullstein GmbH, Frankfurt/M - Berlin Wien)
1976:
Tajno Orozje (Zalozba Borec, Ljubljana)
1977:
Der Untergang Dresdens (C. Bertelsmann Verlag, München)
1977::
Hitler's War (Hodder & Stoughton Ltd., London)
1977:
Hitler's War (The Viking Press, New York)
1977::
La Guerra de Hitler (Editorial Planeta, Barcelona)
1977::
The Trail of the Fox (E P Dutton: Thomas Congdon Books, New York) [in print]
1977:
The Trail of the Fox (Weidenfeld and Nicolson, London)
1978:
La Pista Della Volpe (Arnoldo Mondadori Editore, Milano)
1978(?):Rommel.
Eine Biographie (Hoffmann & Campe Verlag, Hamburg)
1978:
The War Path (Michael Joseph Ltd., London)
1978:
Hitlers Weg zum Krieg (Manfred Pawlak Verlagsgesellschaft mbH, Herrsching)
1978:
El Rastro del Zorro (Editorial Planeta, Barcelona)
1978::
El Camino de La Guerra (Editorial Planeta, Barcelona)

1979::
Der Nürnberger Prozess (Wilhelm Heyne Verlag, München)
1979::
Mord aus Staatsräson (Wilhelm Heyne Verlag, München)
1980:
Rommel. Eine Biographie (Wilhelm Heyne Verlag, München)
1980:
The Destruction of Dresden (Futura Publishers Ltd, London)
1980:
The Destruction of Convoy PQ.17 (William Kimber Ltd, London)
1981:
Uprising! One Nation's Nightmare: Hungary 1956 (Hodder & Stoughton, London)
1981:: La Guerre Entre Les Généraux (Editions Pierre Belfond, Paris)
1981:
Konvoj PQ17:s Undergång (Liber Förlag, Stockholm)
1981:
Insurrection!
Budapest 1956 (Albin Michel, Paris)
1981:
The War between the Generals (Congdon & Lattès, Inc., USA)
1981:
The War between the Generals ( Congdon & Weed, Inc., New York)
1981:
Hitlers Weg zum Krieg (Wilhelm Heyne Verlag, München)
1982::
Ungheria 1956. La rivolta di Budapest (Arnoldo Mondadori Editore, Milano)
1982::
Von Guernica bis Vietnam (Wilhelm Heyne Verlag, München)
1982:
Schlacht im Eismeer (Albrecht Knaus Verlag, Hamburg)
1983::
The Secret Diaries of Hitler's Doctor (Macmillan Publishing Company, New York)
1983:: The German Atomic Bomb (Da Capo Press, New York)
1983:
Die geheimen Tagebücher des Dr. Morell (Wilhelm Goldmann Verlag, München)
1983::
Krieg zwischen den Generälen (Albrecht Knaus Verlag, Hamburg)
1983:
The War Path (Papermac, a division of Macmillan Publishers Ltd., London)
1983::
Hitler's War 1939 1942 (Papermac, a division of Macmillan Publishers Ltd., London)
1983:
Hitler's War 1942 1945 (Papermac, a division of Macmillan Publishers Ltd., London)
1984:  
En Konvojs endeligt (Forum, København)
1984::
Rommel (Hayakawa, Tokyo)
1984:
Hitler. Les Carnets Intimes du Docteur Morell (Acropole, Paris)
1984:
Los Diarios Secretos del Medico de Hitler (Saned S.A., Madrid)
1985:
Hitlers Krieg (Wilhelm Heyne Verlag, München)
1985::
The Mare's Nest (Panther Granada Publishers, London)
1986:
Uprising! One Nation's Nightmare: Hungary 1956 (Veritas Publishing Ltd., Cranbrook, West Australia)
1988:: Hitlers Krieg (Manfred Pawlak, Herrsching, Germany)
1989:
Hess: The Missing Years (Grafton Books, a division of HarperCollins Publishers, London)
1989::
Führer und Reichskanzler (F.A. Herbig Verlagsbuchhandlung, München-Berlin)
1989:
Churchill's War. The Struggle for Power (Arrow Books Ltd., London)
1989::
Göring (Macmillan London Ltd, London) [in print] 1989: David Irving: Göring (Rowohlt Verlag GmbH, Reinbek)
1989::
Das Reich hört mit [history of the Forschungsamt] (Arndt Verlag, Kiel).
1990::
Hitler's War (trade paperback, Avon, New York)
1990::
Deutschlands Ostgrenze (Arndt Verlag, Kiel, Germany)
1990:
The Trail of the Fox (trade paperback, Avon Books, New York)
1990:
Die Tragödie der Deutschen Luftwaffe (Zeitgeschichte Ullstein Buch, Frankfurt/M - Berlin)
1990:
The Secret Diaries of Hitler's Doctor [abridged and revised] (Grafton Books, London)
1990::
Der Untergang Dresdens (Verlag Ullstein GmbH, Frankfurt am Main - Berlin)
1990:
Hitler's War & The War Path [Updated and revised. Three volumes in one ] (Avon Books, New York)
1990::
Churchill. Kampf Um Die Macht (F.A. Herbig Verlagsbuchhandlung, München)
1991:
Göring, a Biography (Grafton Books, a division of HarperCollins Publishers, London)
1991:
Goering. Le Maréchal du Reich (Albin Michel, Paris)
1991:
Churchill's War vol. i: The Struggle for Power (Avon Books, New York
1995:
Der unbekannte Dr. Goebbels [edited transcript in German of Goebbels' 1938 diary] (Focal Point Publications, London)
1995:  Apocalypse '45. The Destruction of Dresden (Veritas Publishing Co Pty Ltd, Cranbrook, Australia)
1996: David Irving: Goebbels. Mastermind of the Third Reich (Focal Point Publications, London
1996: David Irving: Goebbels. Mastermind of the Third Reich (St Martin's Press, New York [cancelled April 4, 1996]) [in
1997: Nuremberg, the Last Battle (Focal Point, London, 1997)
1999: 1989:: Das Reich hört mit [history of the Forschungsamt] (Arndt Verlag, Kiel, Sonderausgabe als unveränderter Nachdruck).



EDUCATIVA: Mapa de las redes sociales en el mundo

EDUCATIVA: Mapa de las redes sociales en el mundo: "Actualización 28 de junio de 2010: Para los que piensen que Tuenti es la red más usada en España, pueden ver el estudio, publicado en enero..."

viernes, 1 de octubre de 2010

Winston Churchill al desnudo

Winston Churchill al desnudo

Los Caballeros Orientales según Alberto Zum Felde

Los Caballeros Orientales.

"Corría el año 1822, y una tranquilidad perfecta reinaba en la Cisplatina. Todo estaba sometido al orden de la dominación portuguesa. Votada por el Congreso la incorporación de la Provincia al reino de los Braganza, don Lucas Obes había sido enviado a la Corte de Lisboa para gestionar la firma del monarca. Lecor gobernaba a su arbitrio desde el Fuerte, manejando todos los resortes  de la máquina administrativa. Los cabildantes eran sus obsecuentes cortesanos, y a sus convites, en que se desplegaba la pompa colorista del gusto brasileño - penachos, entorchados, alhajas,colgaduras, luminarias- concurrian las damas patricias más conspicuas, dando su brazo a la bizarra oficialidad del Rey. Rivera y Lavalleja, comandaban como jefes realistas, el Regimiento de Dragones de la Unión.
Lecor pudo creer en tal momento, que la Provincia por él conquistada estaba aportuguesada por entero, que la Cisplatina era un hecho definitivo, y que el viejo pleito de limites entre España y Portugal se había decidido a favor de la corona lusitana.
Pero la Cisplatina era una masa social rebelde pronta a estallar y romper la férrea dominación cuando alguna circunstancia lo permitiera. El grito de Ipiranga creó, de modo inesperado tal situación.
Aprovechando el alejamiento de Juan VI, vuelto con su corte a Lisboa, el partido independentista de Brasil lográ la rebelión del príncipe Don Pedro, a cuyas manos había entregado el monarca el gobierno de esta vasta posesión de América. En septiembre de 1822 el Brasil proclamó su independencia de Portugal, constituyéndose en Imperio bajo el cetro de la casa de Alcantara. En Montevideo se divide el poder  debido a que el general Lecor, gobernador supremo, era brasileño; el general Da Costa. Jefe de la Junta Militar, era portugués. También se dividen los orientales, un bando adicto a Brasil se forma en torno a Lecor, y sus elementos más representativos fueron: Nicolás Herrera, Juan José Durán, Lucas Obes, Tomás Gracía de Zúñiga, y Rivera y Lavalleja Jefes del Regimiento de Dragones de la Unión, quienes el 17 de octubre, proclaman su adhesión al Imperio del Brasil, vivando al monarca Pedro I. Los cabildos del interior, forzados juran fidelidad a la nueva corona.
Otro bando se forma dentro de Montevideo, donde el general Alvaro da Costa se mantiene fiel a Portugal al mando de su guarnición de dos mil soldados, este nuevo Bando estaba integrado por Santiago Vazquez, Francisco Giró, Silvestre Blanco, Gabriel Antonio Pereyra, los cuales no habían merecido los favores del dominador. En el escenario político aparecen Los Caballeros Orientales, logia que en el secreto de sus reuniones mantenía encendida la llama de la rebeldía contra el régimen dominante. Numerosos orientales que se encontraban en Buenos Aires vuelven a Montevideo y publican dos periódicos: La Aurora y El Pampero desde los cuales incitan al pueblo a formar un Cabildo abierto:" con el fin de resolver la forma de gobierno que afiance la seguridad individual y haga poner en vigor los derechos usurpados a los dignos orientales por una fracción que dirigió un congreso nulísimo en Buenos Aires(...)debe ser decisión nuestra, porque allí están los hijos de nuestros padres, y no en el  territorio del Brasil..."

Ver: Alberto Zum Felde.Epopeya de la Agraciada. Concejo de Administración de Montevideo, premio literario, 1925. Pp 12 a 15.

martes, 28 de septiembre de 2010

Las pasiones y la Historia como ciencia. David Irving, Deborah Lipstadt y Eric Hobsbawn


Leer a David Irving es hacer una lectura diferente de la Segunda Guerra, o partir desde una óptica diferente. Sus libros han despertado criticas desde el mundo académico debido al revisionismo histórico que realiza sobre el periodo 1933-1945. También los intelectuales judíos lo acusan de minimizar la política llevada adelante por los nazis contra su pueblo y de ser uno de los más firmes defensores del negacionismo. Sus ejes principales de análisis son negar que el regimen nazi tuviese un plan deliberado de exterminar a los judíos. El caso de este historiador es justificar sus trabajos postulando que en Historia no hay verdades absolutas. Aquí transcribo el discurso realizado  por Eric Hobsbawn referido a la polémica entre David Irving y Deborah Lipstadt que termino en un juicio en Londres. Tomado de:


" Cuando La Pasión Ciega A La Historia




"El destacado historiador inglés Eric Hobsbawn, ex comunista de origen judío, se refiere a la fuerte polémica entre David Irving y la académica Deborah Lipstadt sobre el Holocausto. Irving perdió esta semana un juicio en Londres por este caso.

Hace unos días concluyó en un tribunal británico un caso legal muy importante para los historiadores. David Irving, autor de numerosos libros sobre la Segunda Guerra y el nacionalsocialismo, demandó por difamación a la académica estadounidense Deborah Lipstadt y a su editorial, Penguin Books. Irving sostiene que, al definirlo como mentiroso y "negador del Holocausto", la profesora Lipstadt y su editorial dañaron su credibilidad como historiador y sus posibilidades de ganarse la vida.

Irving no sólo rechazó las acusaciones que se le hicieron, sino que sostuvo que la versión acerca de los orígenes, la naturaleza y los alcances de la llamada "solución final del problema judío", enunciada por la profesora Lipstadt y otros exponentes de lo que él denomina "la industria del Holocausto", es históricamente insostenible.

A diferencia de Irving, ella, de hecho, no se basó en documentos originales, ni siquiera en un conocimiento adecuado de cómo funcionaba el sistema alemán.

Esta fue la cuestión discutida durante semanas en una sala de audiencias de la Justicia londinense. El juez todavía no se ha manifestado y naturalmente pronunciará su fallo sobre dos cuestiones que son separables, por lo menos para la ley británica:
1) si las declaraciones de la profesora Lipstadt difamaron al señor Irving y 2) si realmente
fue así, cuál es el alcance del daño que sufrió como resultado de tal difamación. La segunda consideración no nos interesa aquí pero la primera era y es una cuestión de fundamental importancia para los historiadores. Tiene que ver con la compleja relación entre la investigación histórica y la opinión política, entre el juicio histórico y el político.

Porque esta no es una controversia de pura erudición, ni para el señor Irving ni para la profesora Lipstadt ni para quienes comparten sus opiniones. Al contrario, ambos están apasionadamente empeñados en sostener sus respectivos puntos de vista sobre bases no académicas.

Es cierto que realmente son pocos los historiadores que comparten las opiniones políticas representadas por David Irving. El no hace ningún esfuerzo por ocultar sus simpatías por el nacionalsocialismo alemán, por la extrema derecha de la posguerra y su antisemitismo.

Además, instintivamente, muchos de nosotros estamos de parte de Deborah Lipstadt porque es imposible no horrorizarse ante lo que les sucedió a los judíos en Auschwitz y en otras partes. Por eso es necesario, para los simpatizantes nazis, tratar de negar directamente que haya ocurrido. No obstante, es claro que también las opiniones de Lipstadt representan una posición política defendida apasionadamente, a tal punto que quienes la sostienen están dispuestos también a negar las críticas factuales. David Irving demandó ante la Justicia a sus críticos. Pero Daniel Goldhagen, que (en Los verdugos voluntarios de Hitler) escribió una interpretación judía del Holocausto rechazada casi en forma unánime por los historiadores en la materia, trató de silenciar a sus críticos y lo mismo hicieron sus defensores. Es significativo que el mismo historiador Christopher Browning haya sido convocado por la defensa tanto en el caso Irving como en el de la controversia sobre Goldhagen.

En realidad, mucho antes del juicio Irving-Lipstadt yo traté de explicar su naturaleza.

Permítaseme una autocita: si faltan las pruebas o si los datos son escasos, contradictorios o sospechosos, es imposible desmentir una hipótesis, por improbable que sea. Las pruebas pueden mostrar de manera concluyente, contra quienes lo niegan, que el genocidio nazi realmente tuvo lugar, pero aunque ningún historiador serio dude de que la "solución final" fue querida por Hitler, no podemos demostrar que verdaderamente él haya dado una orden específica en ese sentido. Dado el modo de actuar de Hitler, una orden escrita semejante es improbable y no fue encontrada. Por lo tanto, si desbaratar la tesis de M. Faurisson no resulta difícil, no podemos, sin elaborados argumentos, rechazar la tesis enunciada por David Irving.

Esa es la esencia del problema. Habría sido más cómodo que Irving pudiera ser acusado simplemente de negar Auschwitz o de mentir sobre Hitler. Pero él no lo hizo.

Sostuvo que Hitler no quería, o no era responsable del Holocausto, porque no existe un documento escrito por Hitler que ordene la eliminación de los judíos, y las argumentaciones de Irving, basadas en un conocimiento notable de la documentación, obligaron a gran parte de los historiadores a reconocer, aun a regañadientes, que no existe semejante documento. Con razones óptimas, el consenso que prevalece entre los historiadores individualiza en Hitler al responsable de la "solución final" pero su argumentación modificó la interpretación histórica del Tercer Reich. Además, él no niega que millones de judíos perecieron entre 1941 y 1945. No niega tampoco que un gran número de judíos fue deliberadamente exterminado, y no sólo víctima del cansancio, el hambre o enfermedades.

Lo que hace más bien es concentrarse en sembrar la duda respecto de muchos de los "lugares comunes" acerca del Holocausto -lo que podríamos llamar la retórica pública, o la versión hollywoodense del Holocausto, gran parte de la cual no proviene de los historiadores serios que indagaron sobre ese terrible tema. Y por ende algunos de ellos, como bien sabe cualquier especialista en esta área, tienen una postura de apertura respecto de las críticas.

Podríamos preguntarnos: ¿cuál es la relevancia del caso jurídico "Irving contra Lipstadt" para los historiadores? Ninguno de los protagonistas es un típico exponente de la profesión histórica. El señor Irving es un cruzado de su causa. Si no se hubiera identificado con la causa de la Alemania hitlerista, las familias de las personalidades nazis no le habrían dado acceso a los documentos que antes habían negado a otros estudiosos o que les habían ocultado. De este modo se volvió un experto en la materia. La señora Lipstadt no es una historiadora profesional y su reputación en este campo es modesta. No se puede pasar por alto que optó por no declarar en el juicio y no exponerse al interrogatorio de su adversario.

En efecto, muchos de los nombres importantes en la historiografía sobre el Tercer Reich y la destrucción de los judíos europeos estuvieron ausentes del caso. Es improbable, obviamente, que apoyaran a Irving pero también es improbable que aceptaran la excesiva simplificación del libro de Lipstadt. Y sin embargo, su ausencia o reticencia es preocupante. No se puede permitir que el debate público sobre materias de una importancia tan grande se desarrolle esencialmente entre defensores de causas políticas.

Pienso que el silencio de los estudiosos expresa las pasiones y las contradicciones que asaltan a los historiadores que abordan temas sobre los cuales para muchos de nosotros la neutralidad es imposible aún hoy, en el momento en que escribimos. Esto es más que evidente en el caso del régimen o de los regímenes que produjeron el Holocausto.

Permítaseme repetir lo que escribí en otra oportunidad a propósito del "Historikerstreit" (controversia entre historiadores alemanes) de 1980: "En la polémica se planteaba si toda postura histórica con respecto a la Alemania nazi que no fuera de absoluta condena no implicaba el riesgo de rehabilitar un sistema profundamente infame, o no mitigaba, en todo caso, las acciones nefastas... la fuerza de un método así es tal que, mientras expreso estos conceptos, con cierto malestar me doy cuenta de que podrían ser interpretados como el signo de cierta "morbosidad hacia el nazismo" y por lo tanto se vuelve necesaria alguna forma de rechazo" ("De Historia", 275-6). Estos sentimientos siguen siendo fuertes hoy y pueden incluso ser reavivados por el retorno a la vida pública, incluso a veces al gobierno, de políticos o partidos identificados con el pasado nazi, o descendientes del mismo, como sucedió hace poco en Austria.

El caso "Irving contra Lipstadt" tiene que ver con la más emotiva de todas estas cuestiones, la llamada "negación del Holocausto". Y sin embargo, la misma expresión pertenece a una era en que la condena moral reemplazó a la historiografía.

Justamente como el debate, si es que se lo puede llamar así, sobre el que debe decidir un tribunal británico. Dicho debate pertenece a la esfera de la parcialidad política. Más allá de las incertidumbres que rodean el tema, no es posible, y nunca lo fue, negar la evidencia del genocidio de los judíos (y los gitanos) perpetrado, mientras estuvo en condiciones de hacerlo, por la Alemania nazi. Ningún historiador que lo sea habría considerado necesario impedir la publicación de intentos evidentemente vanos de negar lo innegable o de crear un delito de "negación del Holocausto", como sucedió en Alemania. Por otra parte, ningún historiador serio negaría que hay lagunas o imprecisiones -en cuanto a los hechos, números, lugares, motivos, procedimientos y muchas otras cosas- que rodean la historia del genocidio.

El estudioso serio del tema, por lo tanto, trata el genocidio como un área de estudio donde desacuerdo y discusión, aun acerca de los aspectos más indecibles –por ejemplo el número de las víctimas, o la naturaleza y el alcance del uso del gas Zyklon- B son naturales e indispensables-. No puede reducir su función esencialmente a la denuncia o a la definición y la defensa de una versión aceptada de la verdad. Y sin embargo, ése es justamente el peligro en algunas lecturas del Holocausto sostenidas apasionadamente, sobre todo las versiones que, a partir de los años 60, fueron transformando cada vez más la tragedia del pueblo judío de la Europa continental durante la Segunda Guerra Mundial en el mito legitimador para el Estado de Israel y su política.
Como a todo mito legitimador, la realidad lo incomoda. Además, cada crítica del mito (o de las políticas por él legitimada) está destinada a ser calificada de algo similar a la "negación del Holocausto". Los historiadores serios del Tercer Reich, que son de una calidad poco común, no tienen tiempo ni para Irving ni para Lipstadt. Nunca hubo dudas sobre el hecho de que rechazan el intento de Irving de distanciar a Hitler de la "solución final", o el intento nazi de minimizar o mitigar, por no decir negar, el genocidio. Por otra parte, como bien lo prueba su casi unánime reacción a la publicación del libro de Goldhagen, también rechazaron lo que Ian Kershaw llama "una interpretación simplista y desviada del Holocausto". Y sin embargo, cuando los abogados de los asesinos enfrentan a los abogados de las víctimas, qué difícil es, aun después de más de medio siglo, condenar con equidad los errores de ambos, aunque por diferentes razones. El silencio es más fácil. Claramente, algunos eligieron ese camino.

¿Estoy acertado? ¿O tenían razón aquellos pocos estudiosos que decidieron aceptar la invitación de la defensa, sobre todo para desacreditar las afirmaciones de Irving, aunque indudablemente conscientes de las carencias de Lipstadt? Estas preguntas no pueden hallar respuesta en tanto no se publiquen todas las actas del proceso. Serán, seguramente, la base de uno o más libros. Mientras tanto, la reticencia de los buenos historiadores dejó la impresión de que la única crítica pública a la falta de criterios profesionales en gran parte de la difusión del Holocausto proviene de un admirador de Hitler.

En todo caso, estas son cuestiones que demandan un juicio político, que puede estar en conflicto con el juicio histórico. Este es el tema sobre el cual quiero atraer la atención. La profesión del historiador es inevitablemente, y algunos dirían por su propia naturaleza, política e ideológica, aunque lo que un historiador dice o puede no decir depende estrictamente de reglas y convenciones que requieren pruebas y argumentos. Y sin embargo, convive con un discurso aparentemente similar acerca del pasado en el cual estas reglas y convenciones no se aplican; y donde se aplican por el contrario solamente las convenciones de la pasión, de la retórica, del cálculo político y de la parcialidad. Pero el siglo XX fue un siglo de guerras religiosas, durante el cual fue normal para los historiadores considerar que debían juzgar en base a los criterios de su profesión o en base a los de su propia fe.

El caso que traté es típico de un período así. Y no es el único. Las pasiones de esta era se debilitaron pero todavía no desaparecieron. ¿Cómo deberían comportarse los historiadores? Las reglas de nuestra profesión deberían vedarnos decir lo que sabemos que es erróneo o sospechamos profundamente que lo es, pero la tentación de refrenarnos de decir lo que sabemos que es cierto sigue siendo muy grande.

Aun los que nunca tomarían en consideración la "suggestio falsi", pueden encontrarse vacilando en la pendiente que lleva a la "suppressio veri".

No existe posibilidad alguna de que en cincuenta o incluso cien años la memoria del Holocausto pueda morir, pero esto no se deberá de ninguna manera al caso al que acabo de referirme. Espero realmente que los historiadores que se topen con el caso "Irving contra Lipstadt" en sus investigaciones lo consideren como una exposición perteneciente a un museo de antiguedades intelectuales olvidadas desde hace tiempo.

Pero para los historiadores de hoy, todavía plantea serios problemas de juicio profesional y moral. Aún nos queda un poco de camino por andar para emanciparnos de la herencia intelectual de la era de las guerras religiosas que dominó el siglo XX.

Tal vez debamos hacer el intento de acelerar nuestra emancipación.

(c) La Repubblica y Clarín, 2000. Por Eric J. Hobsbawm.

Traducción de Cristina Sardoy

Clarin, Buenos-Aires, Domingo 02 de abril de 2000

Vease Actualidades de Inglaterra : El proceso Irving
La dirección electrónica de este documento es:
http://aaargh-international.org//espa/actualidad/hobsbawm.html"

Ver además: Cuadernos del CLAEH Nro. 93 Montevideo, 2da serie, año 29, 2006-2 Pp 171 y Ss.