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sábado, 31 de agosto de 2013

Batlle y el batllismo según Henry Finch.


"Si bien los resultados económicos de la política batllista fueron en verdad modestos, sus logros sociales y políticos fueron realmente importantes. La inmigración masiva introdujo nuevos intereses en Montevideo, instituciones e ideologías de base social, que empezaron a entrecruzarse con las fidelidades partidarias tradicionales que hasta entonces no habían tenido una base social homogénea. Las organizaciones obreras se fortalecieron a partir de 1895 y el descontento laboral se intensificó durante la década de rápido crecimiento que precedió a la Primera Guerra Mundial provocando alarma entre los sectores empresarios más poderosos. Los partidos políticos tradicionales, tan mal equipados para registrar y articular los nuevos reclamos se sintieron igualmente amenazados por la militancia de los obreros. La respuesta de Batlle fue elevar al Estado y con él al sistema político al plano de una benevolente neutralidad desde la que se podía mediar en los conflictos sociales que se convirtiese  en un peligro para el orden que el Estado quería salvaguardar. Las leyes consagraron una aspiración primaria del movimiento obrero, la jornada de 8 horas, en 1915. Posteriores actos legislativos fueron anticipando los reclamos laborales y, de esa manera, los viejos partidos políticos se fortalecieron a expensas del movimiento sindical y, más aún, de la eventual temática de los partidos de izquierda. Mientras los clubes políticos cumplían el rol de agentes para la integración de los inmigrantes montevideanos, la aprobación de leyes sobre pensiones a la vejez, jubilaciones, descanso semanal para los trabajadores, seguros de accidentes de trabajo y salarios mínimos consolidaba la lealtad de los trabajadores al aparato estatal que los protegía. La legislación era el precio que debían pagar los pequeños industriales en ascenso por la estabilidad política y social.
La ideología del batllismo fue, fundamentalmente, una ideología de clase media. Aunque ningún sector social fue excluido de la alianza batllista, los mejor representados fueron el de la pequeña industria y el de los empleados públicos y privados. Un sentimiento igualitario combinado con la defensa de la propiedad, la creencia en el valor de la movilidad social manifestada a través del apoyo a la educación y a la igualdad de oportunidades y la afirmación del Estado por encima de los intereses de las distintas clases sociales, fueron rasgos característicos de la temática del movimiento. La política batllista consistía, entonces, en mantener mediante concesiones el equilibrio entre fuerzas sociales eminentemente antagónicas, mientras conservaba y fortalecía la independencia del sistema político a través de su capacidad de mediar entre ellas.
Sin desmedro de la significación que el período batllista tuvo en la evolución del Uruguay, resulta evidente que no se inició en él el crecimiento y la diversificación de la economía urbana y que no representó enteramente el ascenso de una nueva clase social. Menos aún puede decirse que haya logrado un cambio significativo  en los términos de la dependencia uruguaya. El sistema político comparativamente autónomo que se gestó en épocas anteriores fue empleado para asegurar el aislamiento político del sector económicamente dominante, es decir, los propietarios rurales, y para establecer un cierto grado de equlibrio entre el capital y el trabajo en el medio urbano, entre el capital nacional y el capital extranjero, entre el capital británico y el capital norteamericano. El Estado se convirtió en un mediador neutral en los conflictos de intereses y el control de las organizaciones partidarias tradicionales sobre un aparato estatal en franco crecimiento quedó plenamente confirmado."

Ver:
Finch, Henry, "Historia económica del Uruguay contemporáneo". EBO, Montevideo, 1980, Páginas19-21.

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