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miércoles, 15 de abril de 2020

Política Exterior del Uruguay. La visión del batllismo.





Este comentario del Embajador británico mencionando al Canciller de la República Ernesto Talvi resume la historia del relacionamiento internacional y el humanismo uruguayo.
Gracias al gobierno por facilitar esta evacuación. Apreciamos mucho el espíritu humanitario de Uruguay

Thanks to Uruguayan govt for helping passengers on board the Greg Mortimer get home. We continue to work to get UK nationals home.”



Hubo diferentes momentos y enfoques de nuestra política exterior, pero la pandemia del COVID-19 y el cambio de orientación política nos catapultó hacia nuestras tradiciones históricas de ética y humanismo como eje fundamental de nuestra diplomacia.
La política exterior multilateral e idealista de nuestro país  tiene como punto de partida  la propuesta de arbitraje amplio y obligatorio presentado por Batlle y Ordoñez en la segunda conferencia de la Haya en 1907. Hay antecedentes, en el marco de la segunda conferencia internacional de los Estados Americanos  Uruguay fue miembro fundador de la Oficina Sanitaria Internacional, posteriormente renombrada como Organización Panamericana de la Salud (OPS). Asimismo, Uruguay fue el primer país del mundo en adherir a la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia, concretada en 1921 cuando todavía se llamaba Corte Permanente de Justicia Internacional. En una clase en APHU la profesora Clemente destacaba que “la larga vocación del Uruguay por el multilateralismo” fue determinada cuando Uruguay adoptó una estrategia de Política Internacional  dinámica y propositiva, otorgándole una posición relevante en el contexto internacional desproporcionada para el tamaño de nuestro país. En tal sentido el Uruguay ubicado  entre las grandes potencias del continente, Argentina y Brasil, lograba un lugar en la escena internacional a través de un modelo de acción que tendría  continuidad en la política exterior uruguaya. El inicio de esta política se sitúa en 1907 con la propuesta de Arbitraje Obligatorio e Ilimitado de José Batlle y Ordoñez presentada en la Conferencia de la Haya. Luego de la conferencia internacional de 1899, por primera vez se convocaba a los países latinoamericanos. En este escenario el Uruguay realizó su debut internacional y su desempeño generó elogios en la prensa aunque su proyecto fue catalogado de carácter utópico para la época. La propuesta de Batlle constaba de un preámbulo y cuatro declaraciones. La propuesta presentada por Batlle y sus colaboradores contó con cuatro declaraciones.
1)       Preveía la creación de una alianza para imponer a todos los países el arbitraje compulsorio para toda clase de conflictos internacionales.
2)      Procuraba la creación de un Tribunal de Arbitraje con sede en La Haya.
3)      Limitaba la intervención de la alianza en los asuntos internos de los Estados.
4)       Abogaba por la incorporación de todos los Estados conformes con los principios de arbitraje.
 El proyecto presentado pretendía la creación de una organización internacional orientada hacia la preservación de la paz en el ámbito internacional, sobre la base del uso de la fuerza en caso que los Estados miembros se negaran a aceptarlo, incluyendo terceras potencias no involucradas en el acuerdo. Si bien la propuesta finalmente fue rechazada para Javier Bonilla, la propuesta de arbitraje se ubica dentro de una política de larga continuidad con el carácter de una política de Estado.
Todo  sin perjuicio del retorno a una estricta adhesión a grandes principios históricos rectores de la política externa de Uruguay, entre los que se encuentran la defensa de la soberanía de los Estados, el principio de no intervención, la solución pacífica
de controversias, la defensa de los derechos humanos y el cumplimiento de buena fe de
los compromisos internacionales. Estas grandes líneas rectoras, más que una enume-
ración legalista del fundamento de inserción internacional del país, constituyen una línea real de defensa y preservación de la soberanía y la independencia nacional de un país pequeño pero con larga tradición democrática.
En las décadas de 1960 y 1970 que incluye una larga dictadura entre 1973 y 1985
 el país enfrenta los cambios profundos que significan para las modalidades de inserción el fin de la guerra fría y el desafío de la globalización, a la vez que incorpora la respuesta colectiva de los nuevos regionalismos abiertos (CEPAL, 1994).
A partir del retorno a la institucionalidad en 1985, se observa un doble proceso
de apertura y complejización en el proceso de toma de decisiones en todas las etapas de
elaboración de la política externa del país, proceso que tiene relación con el número
de actores gubernamentales que participan en el quehacer de la política exterior, así
como con el aumento y diferenciación de actores no gubernamentales. Implementado en cada período de gobierno, se asiste a la pérdida de monopolio de la tradicional fórmula Presidente-Ministro de Relaciones Exteriores-Servicio Diplomático, paradigmático del modelo tradicional presidencialista de conducción de la política exterior, a favor del ingreso de otros Ministerios, particularmente los de Economía e Industria. Determinando la relación con los organismos internacionales de crédito con los cuales el país ha mantenido históricamente la reputación de buen pagador; a partir de 1991, la pertenencia y el grado de compromiso con el Mercado Común del Sur  y las negociaciones para la formación de un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) desde 1994; las relaciones bilaterales con Cuba y con Estados Unidos; y la participación de efectivos uruguayos en las Operaciones de Mantenimiento de la Paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), temas que en muchos de los casos han merecido la calificación de ser políticas de Estado y que se analizan en sus particularidades en cada período.

Con el primer gobierno democrático de perfil batllista (1985-1990), presidido por Julio María Sanguinetti del Partido Colorado, se inicia el proceso de transición del régimen autoritario que usurpó el poder entre 1973 y 1985 a un régimen democrático. A la vez, se produce una renovada aproximación a los asuntos externos caracterizada por la necesidad de una reinserción internacional, más acorde con la tradición democrática del país.
En 1985, la política exterior uruguaya tuvo como contexto internacional básicamente dos frentes que atender: los procesos de retorno a la democracia en los países
vecinos del Cono Sur, en sus dos fronteras, y dos estados de crisis. Uno, con eje político-militar en América Central - Nicaragua y El Salvador– , y  el otro con eje económico, pautado por el tema del endeudamiento externo de los países del cono sur.
La retomada institucionalidad otorgó al gobierno alto grado de legitimidad al inte-
rior del país. Esta legitimidad se vio reforzada por la instrumentación de amplios
consensos entre actores tanto gubernamentales como no-gubernamentales, así como por
el gran pragmatismo que le imprimió el canciller del período, el economista Enrique
Iglesias. Teniendo al desarrollo como meta además de la política económica, la políti-
ca externa también fue funcional al modelo de desarrollo exportador implementado en
el período, promovida activamente tanto por el presidente de la República como por
su canciller.
En esos años se crean varios mecanismos de concertación política latinoamericana, basados en nuevas formas de diplomacia para el manejo colectivo de problemas internacionales entre ellos, el Grupo de Contadora formado por Colombia, Panamá, México yVenezuela para ofrecer una solución alternativa a la intervención de Estados Unidos en Nicaragua y su Grupo de Apoyo formado por Perú, Argentina, Brasil y Uruguay.

 En torno al eje económico, el Consenso de Cartagena, que se forma en respuesta
a la crisis de la deuda, es otro ejemplo de la nueva aproximación de la política exterior
de América Latina. La participación de Uruguay en este tema estuvo limitada también
por uno de los pilares básicos de su relacionamiento externo: el cumplimiento de sus
compromisos internacionales, aunque en este caso se tratara de la pesada herencia de
deuda externa heredada de la dictadura, posición que no resultó ser funcional a los obje-
tivos del Consenso.
Se produce asimismo un acercamiento con Europa Occidental ocasionado por la
transición democrática; un renovado relacionamiento con la Unión Soviética. En 1985, a poco de asumir el presidente Sanguinetti, se restablecen relaciones diplomáticas con Cuba, cuya ruptura se produjo en 1964 en cumplimiento de la resolución adoptada en el seno de la OEA.
En la dimensión estrictamente comercial de la política exterior, Uruguay participó
activamente de la discusión respecto al comercio internacional, adhiriendo al libre comer-
cio. Se sostiene que el proteccionismo caracteriza más al comercio de los países desa-
rrollados que al de los países en desarrollo. El país fue anfitrión en 1986 de la Conferencia
General del GATT (General Agreement on Trade and Tariffs), dando origen a la Ronda
Uruguay del organismo tendiente a la liberalización del comercio internacional. La rela-
ción comercial con los vecinos, principales socios comerciales de Uruguay, se estruc-
turó a través del Convenio Argentino-Uruguayo de Cooperación Económica (CAUCE)de 1985, y del Protocolo de Expansión Comercial (PEC) suscripto con Brasil en 1986.
A partir de este período es que se comienza a generalizar la expresión «política
de Estado» como trascendente de los intereses partidarios, estableciéndose así la dife-
rencia con una política de consenso. La política de Estado se construye sobre un con-
senso de todos los partidos políticos a partir del cual se presume inicialmente que la
misma no será modificada con un cambio de gobierno.
Muchos años de gobiernos de izquierda después y en medio de una pandemia nuestro país solucionó el problema de más de 100 pasajeros a la deriva y en cuarentena en un crucero.

 La respuesta a una interrogante periodística sobre el costo de la operación el canciller Ernesto Talvi respondió: “Esto no lo consideramos una opción, consideramos un imperativo ético para el país dar asistencia humanitaria. El mundo entero los está reconociendo”, el humanismo batllista perdura.

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