Influencia británica en Uruguay (1860–1930): Economía,
Cultura, Servicios y Diplomacia
La presencia británica en Uruguay entre 1860 y 1930 constituye uno de los
procesos más influyentes en la formación del Uruguay moderno. Vamos a analizar el
impacto británico en la economía, la cultura urbana, los servicios públicos, la
banca, los seguros, la infraestructura ferroviaria y tranviaria, así como la
diplomacia del Reino Unido y su relación con los gobiernos de Latorre, el
civilismo y el primer batllismo.
Los ferrocarriles fueron la columna vertebral de la inversión británica, principalmente a través del Central Uruguay Railway (CUR), fundado en 1865, que extendió más de 1.500 km de vías hacia el norte y el litoral. El historiador Barrán (1993) señala que el ferrocarril británico configuró no solo la infraestructura del país, sino también “la orientación misma de su economía exportadora”. Las tarifas eran fijadas en Londres y sus ganancias estaban protegidas por contratos favorables.
En materia de cultura urbana, la influencia británica se manifestó en clubes, deportes, hábitos sociales y la arquitectura industrial. La introducción del “football” —hoy convertido en símbolo nacional— se debió a trabajadores y técnicos británicos en el puerto y el ferrocarril (Giudici, 2006). También proliferaron colegios ingleses, el Montevideo Cricket Club y el Montevideo Rowing Club, que reforzaron una sociabilidad de élite.
En cuanto a los servicios urbanos, las principales concesiones quedaron en manos de compañías británicas: Montevideo Gas Company, Montevideo Waterworks y Montevideo Tramways Company. Estas firmas controlaban servicios esenciales como gas, agua potable y transporte tranviario. Según Finch (1980), estos contratos aseguraban “rentas garantizadas en oro” que dificultaban cualquier regulación estatal.
Durante la dictadura de Latorre (1876–1880), la presencia británica se consolidó en un clima de orden y centralización estatal. Latorre protegió las inversiones extranjeras como forma de modernización, aunque voces nacionalistas —como Francisco Bauzá— criticaron la dependencia excesiva. Bajo el civilismo (1880–1904), se vivió la etapa de mayor expansión del capital británico. Los gobiernos liberales fomentaban la inversión privada y el Estado carecía de recursos para competir con las compañías extranjeras.
La política exterior británica jugó un rol estratégico. La legación británica en Montevideo actuó como intermediaria entre compañías inglesas y el gobierno uruguayo, presionando para mantener tarifas, garantías y monopolios. Documentos analizados por Nahum (1990) muestran que los diplomáticos británicos intervenían regularmente cuando el Parlamento uruguayo intentaba modificar contratos o introducir regulaciones.
Con la llegada del batllismo a partir de 1903, el Estado comenzó a disputar la hegemonía británica en los servicios públicos. José Batlle y Ordóñez consideraba que los monopolios privados extranjeros eran incompatibles con un proyecto de desarrollo autónomo. Así nació la empresa eléctrica posteriormente UTE en 1912, que avanzó rápidamente sobre el mercado eléctrico, reduciendo el margen de acción de las compañías británicas. Otros sectores, como el agua o los tranvías, comenzaron un proceso de municipalización o estatización parcial. La tensión entre el batllismo y los directorios londinenses fue constante y derivó en arbitrajes internacionales y prolongadas negociaciones diplomáticas (Oddone, 2002).
En la década de 1920, la Primera Guerra Mundial debilitó la posición británica en el mundo y abrió espacio para la expansión de capitales estadounidenses. Uruguay empezó a diversificar su comercio exterior, y los capitales británicos dejaron de ser hegemónicos aunque siguieron siendo relevantes.
El legado del
"Uruguay del novecientos" sigue debatiéndose. La monumental obra de
los historiadores José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, "Batlle, los
estancieros y el imperio británico", desentraña una trama compleja donde
la soberanía política y los intereses económicos globales chocaron
frontalmente, configurando la modernización del país.
El análisis de Barrán
y Nahum desafía la visión tradicional, argumentando que la influencia británica
no se manifestaba a través de un dominio colonial formal, sino mediante un “imperio
informal" basado en lazos económicos y financieros. Este imperio
operaba a través de inversiones masivas en infraestructura (ferrocarriles,
puertos, servicios públicos), el control del comercio exterior y una fuerte
presencia bancaria que permeaba la economía nacional.
El "Diálogo
Difícil" y la Resistencia Conservadora
El núcleo del
conflicto, según los autores, radicó en el "diálogo difícil" entre el
proyecto reformista y nacionalista de José Batlle y Ordóñez y los sectores
conservadores, principalmente los grandes estancieros, cuyos intereses estaban
profundamente alineados con ese statu quo agroexportador
dependiente del mercado británico.
El batllismo buscaba
un desarrollo industrial autónomo, la intervención estatal en la economía y la
creación de un sistema de bienestar social. Estas medidas (como la
nacionalización de empresas y la reforma agraria incipiente) chocaban
directamente con la lógica del libre mercado que promovía Londres y defendían
los estancieros.
La Presión Invisible
La influencia
británica no era solo una cuestión de libras esterlinas y exportaciones de
carne. Se ejercía como una presión política y diplomática sutil pero
constante.
Poder Fáctico
Económico: Los intereses británicos, al dominar áreas clave de la economía,
funcionaban como un poder fáctico capaz de influir en las decisiones
gubernamentales y generar inestabilidad si sus intereses se veían amenazados.
Aliados Locales: Los
estancieros y la prensa conservadora actuaron como los "aliados
locales" de este imperio informal, resistiendo las reformas batllistas y
creando una opinión pública antirreformista.
Contexto Internacional:
El libro también analiza cómo eventos globales, como la Primera Guerra Mundial,
alteraron este equilibrio de poder, obligando a redefinir las relaciones y
evidenciando las vulnerabilidades de un país periférico.
En síntesis, Barrán y
Nahum concluyen que el "imperio informal" británico fue un actor
determinante en la política interna uruguaya del Novecientos. Su influencia no
solo moldeó la economía, sino que también galvanizó la oposición conservadora al
batllismo, delineando las tensiones sociales y políticas que marcarían el
devenir del Uruguay moderno.
MAPA DE INVERSIONES BRITÁNICAS (1860–1930):
• Ferrocarriles (≈50% del total de inversiones británicas)
• Servicios urbanos (gas, agua, tranvías) (≈20%)
• Banca y seguros (≈15%)
• Comercio exterior y casas de representación (≈10%)
• Infraestructura portuaria y frigoríficos (≈5%)
El legado británico permanece visible hoy en la traza ferroviaria del país, en
edificios industriales y en la persistencia de prácticas deportivas que forman
parte de la identidad nacional. Pero también dejó una herencia institucional:
la decisión del Estado uruguayo de regular y, en ocasiones, nacionalizar
sectores estratégicos nació como respuesta directa a la presencia dominante del
capital inglés.
Bibliografía
Barrán, J. P. (1993). Historia de la
sensibilidad en el Uruguay. Ediciones de la Banda Oriental.
Finch, H. (1980). A Political Economy of
Uruguay since 1870. St. Martin’s Press.
Giudici, P. (2006). El origen británico del
fútbol en el Río de la Plata. Editorial Taurus.
Hyde, F. (1975). British Investment
Overseas: A Historical Perspective. Macmillan.
Nahum, B. (1990). La diplomacia inglesa en
el Río de la Plata. EBO.
Oddone, J. (2002). El Uruguay batllista y
su política económica. Fondo de Cultura Económica.

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