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domingo, 16 de julio de 2017

“Una sola palabra es nuestra bandera: Revolución en nombre de la libertad" Frase final de Rodriguez Fabregat frente al golpe Terrista-Herrerista.

“Una sola palabra es nuestra bandera: Revolución en nombre de la libertad" Frase final de Rodriguez Fabregat frente al golpe Terrista-Herrerista.


Fuimos convocados por la Cátedra permanente de Judaísmo de la Universidad Católica a exponer sobre el rol del Profesor Enrique Rodríguez Fabregat en el proceso llevado adelante por la ONU que culminó con la creación del Estado de Israel. Fue doblemente importante para mí, puesto que en 2015 tuve la suerte de participar en Jerusalem en un seminario de estudio sobre el Holocausto y la Shoa. Por otro lado  me fui vinculando progresivamente con su figura al resultar familiar directo de mi señora Salomé Rodríguez y encontrarme en varias oportunidades con figuras que al estudiarlo nos consultaban permanentemente.
Con motivo de la publicación del libro de Diego Fischer sobre el duelo Batlle-Beltran (Qué Tupé. Batlle-Beltrán ¿Duelo o Asesinato) el autor nombró a Enrique Rodriguez Fabregat y su libro Batlle y Ordóñez. El Reformador como una de las biblias que debe manejar cualquier batllista. Por eso creo que podemos realizar una aproximación a su figura, adelanto que Enrique Rodriguez Fabregat que como tantas otras personalidades ha sido olvidada, tanto por el Partido Colorado como por el Frente Amplio que fue fundador.
En el libro Enrique Rodriguez Fabregat. Una de las caras del siglo XX.  "En primer lugar, el libro lleva, de la primera a la última página el sello inconfundible del autor. Ahí estaba la historia, demasiado reciente, demasiado intensa, historia de acción y pensamiento. No historia del pensar reflexivo sobre las cosas, sino historia del pensar para la acción. Y, acción fue en varios planos de la realidad fue la acción de Batlle. Durante los años en que Fabregat nació, creció y maduró en el ambiente creado por la acción de Batlle(...)Sobre el final de su vida crea el Comité de Doctrina Batllista, con el que se une al Frente Amplio recién fundado. Sin embargo vale la pena transcribir lo que en la página 295 del libro de su autoría escribió: Batlle es el hombre de la nueva fe. Cree en el hombre del pueblo, en el hombre de la multitud(...) creer en el hombre del pueblo, vale, primero, como una revelación; vale, segundo, como una revolución"Pp.73.



 En abril de 1929 presenta Enrique Rodriguez Fabregat un Proyecto de Ley para crear el Consejo de Patronato de la Mujer y el Niño. Cuenta con 68 artículos y busca sensibilizar sobre la problemática de la niñez desamparada, abandonada y delincuente y en su exposición de motivos resalta los siguientes aspectos:
- régimen de tutela y educación.
- organización del accionar efectivo del Estado.
- madre soltera, madre sin recursos, y, en todos los casos, la madre abandonada por el padre de sus hijos.
-abolición de las diferencias entre hijos legítimos y naturales.
-investigación de paternidad.
-obligaciones de los padres.
-la mujer delincuente (régimen que corresponde a su trato)
-organización de un régimen de protección post cárcel, para adolescentes y adultos.
-prohibición del trabajo de los menores y tutela de los derechos de la mujer obrera.
-creación de un fondo permanente de Previsión Social.
-seguro de maternidad.
-seguro de desocupación forzosa para las mujeres que trabajan.

Este batllista de la primera hora, fervoroso y radical orador en las convenciones partidarias en tiempos oscuros del terrismo, escribió hace casi un siglo proyectos que tendían a solucionar problemas casi inexistentes en aquél entonces, pero que hoy nos golpean en cada esquina de Montevideo.

El 9 de junio de 1927 el Ministro de Instrucción Publica, Enrique Rodriguez Fabregat publicó un decálogo de los derechos del niño:
1) Derecho a la vida. Suma de todos los derechos por la sola razón de haber nacido. Derecho a la casa para habitar, a la atención materna, al reconocimiento obligatorios por el padre, con todos lo deberes que la paternidad impone, a la supervigilancia del Estado para el desarrollo y su prosperidad fisiológica.

2) Derecho a la Educación. Primera asistencia a los Jardines de niños. Kindergarten, segundo ciclo: escuela primaria. Abolición del sistema de escuelas de ciudad. Abolición de la enseñanza verbalista y libresca. Reintegración del niño al seno de la naturaleza por medio de una escuela de trabajo y de alegría: Parques escolares para lograr las reacciones del cuerpo y del alma.

3) Derecho a la educación especializada.

4) Derecho a mantener y desarrollar la propia personalidad. Estudio de las vocaciones, sistemas capaces de orientación espiritual sin artificios que solo se puede lograr en los parques escolares. Reconocimiento en la practica de los sistemas educacionales del derecho de ser niño de vivir y de sentir como tal libre de la artificialidad de la escuela-claustro y del dogma pedagógico que la informa.

5) Derecho a la nutrición completa.  Derecho de la madre de criar a su hijo. Seguro del Estado para las madres sin recursos. Servicio de copa de leche. Instalación de merenderos escolares. Instalación de Escuelas-refectorios para menores que trabajan antes del cumplimiento integral de esta tabla de derechos.

6) Derecho a la asistencia económica completa. Este derecho significa la obligatoriedad de los padres o en su defecto del Estado a asegurar al niño la situación económica sin angustias. Derecho a la vivienda. al vestido, a todas las oportunidades de bienestar que el trabajo del hombre pone al servicio del progreso del mundo.

7) Derecho a la tierra. Tierra para habitar. Reconocimiento del derecho del niño a ocupar su lugar en el mundo por la sola razón de haber nacido. Tierra para trabajar puesta a su alcance en los Parque Escolares, para el desarrollo de sus energías, de su impulso vital, de su inquietud, de sus facultades de observación para aprender por sí mismos en el vasto panorama del universo y comprender que la vida es una ley inmutable de solidaridad en el esfuerzo creador.

8) Derecho a la consideración social. Todo para el niño. Abolición de la distinción jurídica entre hijos legítimos e hijos naturales. El hijo es solamente hijo. El niño tiene derecho a sus padres. Transformación de los asilos de huérfanos y reformatorios de menores donde el sistema de  Pabellón anula la personalidad en colonias familiares de educación y de trabajo organizadas en pequeños núcleos sociales y confiados a padres y madres que sumen el afecto de sus hijos al de un pequeño grupo de niños sin hogar.

9) Derecho a la alegría. Reconocimiento sin retaceos de este derecho en la vida familiar sin angustia económica, en la escuela activa en el seno de la naturaleza, en la educación sin artificios, en la mesa con pan, en el hogar con lumbre. Derecho al aire y a la luz, a la tierra que se siembra, al fuego que calienta y al agua que purifica. Derecho a ser niño para ser hombre, a formar con cuerpo sano y alma limpia los obreros de la libertad, los arquitectos de la conciencia del mundo.

10) La suma de todos estos derechos del niño forma el derecho integral: derecho a la vida.

De su grandeza y su observancia depende la grandeza de los pueblos. En la salud, la alegría, la formación sin trabas de los niños para la cultura. Para el trabajo, para la libertad y la cooperación, reposan los valores del destino del hombre en una etapa nueva de la historia.

Este documento fue leído por la profesora Delia Etchegoinberry y expuesto el 12 de noviembre de 2002 en la escuela 106 de San Jasé de Mayo al recibir el nombre " Escuela 106 Enrique Rodríguez Fabregat"
 Este texto fue la base de los Derechos del Niño que fue incorporado a la declaración de los derechos humanos por las Naciones Unidas: Enrique Rodriguez Fabregat y Gabriela Mistral, fueron los redactores.

Como batllista y admirador de Don Pepe, Enrique Rodriguez Fabregat escribió una excelente biografia de la cual tomo el siguiente fragmento:



"José Batlle y Ordóñez  por Enrique Rodriguez Fabregat.
Hacia la Primera Presidencia.
Batlle será presidente.
En su caso, ya no se trata de una pugna entre candidatos. Eso pertence al capítulo demasiado grande de la política demasiado menuda. En esta ocasión es diferente. Batlle es el hombre de la nueva fe. Su presencia en la lucha significa dos cosas nuevas, fundamentales: Batlle concreta en sí mismo una gran esperanza no cumplida a través de 73 años de independencia. Y Batlle cree en el hombre del pueblo, en el hombre de la multitud, en el hombre que fuera hasta entonces apenas número en la vida nacional.
Estos dos elementos son inseparables de su individualidad. No verlos, significa no ver a Batlle, ni interpretar su tiempo ni comprender su obra.
Creer en el hombre del pueblo vale, primero como una revelación; vale, segundo, como una revolución. Cuando esto se plantea y se afirma así, viene a ocupar un lugar secundario, apenas adjetivo, apenas circunstancial, todo lo que se reducía hasta ahora a lucha de candidatos, de grupos solo diferenciados por las divisas de sus candidatos.
Batlle cree en el hombre del pueblo. Ese es el dogma de su nueva fe.
La lucha, el choque, es entre este "concepto" y lo demás; entre esta "idea" y todo lo demás; entre este elemento de germinación y la esterilidad de los personalismos (...)¿Qué ha sido gobernar hasta 1903? No se nos venga con que si hubo tantas vacas y se exportaron tantos kilos. Eso es más de las vacas que de los hombres. El problema es otro. La acción de gobernar es la que surge sustantivamente de esos elementos para devenir como hecho social.
Hasta Batlle, la crónica de las presidencias no pasa de las revoluciones, sus motines, sus levantamientos, las intervenciones sufridas, los prestamos, las deudas.
Con Batlle, la crónica es la de las reformas sociales, la de la transformación económica del país, la de su soberanía intacta, la de su dignificación política, la del más alto nivel cultural, la de más alta estima del ser humano. Ver. Enrique Rodriguez Fabregat. José Batlle y Ordóñez: El Reformador.Páginas 293-294 Editorial Claridad Buenos Aires. 1940"

Nota:Enrique Rodríguez Fabregat.  (11 de noviembre de 1895 - 19 de noviembre de 1976), maestro, escritor, periodista y político uruguayo.
Militante del Partido Colorado, fue diputado, senador, Ministro de Instrucción Pública en la época de José Batlle y Ordóñez. Debió exiliarse a raíz de la dictadura de Terra.
Tuvo destacada actuación diplomática. Fue embajador de Uruguay ante México y Austria, ámbito en el que corredactó con Gabriela Mistral la Tabla de los Derechos de la Niñez, base para la creación de UNICEF. En su rol de delegado ante la Organización de las Naciones Unidas, integró la Comisión Investigadora de las Naciones Unidas para Palestina, donde colaboraron con él Oscar Secco Ellauri y Edmundo Sisto; su aporte fue fundamental para el establecimiento del Estado de Israel. El primer reconocimiento formal, real y concreto sobre su actuación la realiza el canciller Nin Novoa en 2016
“Una persona a quien en homenaje a su memoria dedico este premio Jerusalém que hoy se me otorga. Hombre libre, demócrata y de principios, Representante Permanente ante las Naciones Unidas y Fundador de mi fuerza política el Frente Amplio, Embajador Enrique Rodríguez Fabregat.” Canciller Rodolfo Nin Novoa





       Fue Embajador en Naciones Unidas desde 1946 a 1961.
       En Mayo de 1947 fue designado miembro de la UNSCOP(Comisión Especial de las Naciones Unidas para Palestina)
       En Mayo de 1947 Gran Bretaña informa que desea culminar su mandato en Palestina.
       La Comisión recorrió toda Palestina y sostuvo entrevistas con gobernantes de diversos países árabes.
       A propuesta de Rodríguez Fabregat se visitó los campos de concentración  y los campos de desplazados.
       Miles de Judíos continuaban en condiciones muy precarias a dos años de finalizada la Guerra.
       Rodríguez Fabregat fue el impulsor desde el primer momento del Plan de Partición.
       Luego de una gran investigación sobre el territorio trazó los límites territoriales de los dos Estados.
       El 29 de noviembre de 1947 surgió el Estado de Israel. No se creó el Estado Arabe que repudió la Declaración de la ONU
       En 1956 Rodríguez Fabregat integró la Comisión Especial para la Cuestión de Hungría.
       Su informe tuvo un especial relevancia durante los inicios de la Guerra Fría.
       Integró también la Comisión de Descolonización con decisivos aportes en la Independencia de Africa
       Entre 1967 a 1976 fue miembro del Comité de Jerusalem.
       Estaba integrado por representantes de varios países.
       Su objetivo era preservar los lugares sagrados y sitios históricos de la ciudad.
       Menahem Beguin narró en su libro “Rebelión en Tierra Santa” encuentros en la clandestinidad con Rodríguez Fabregat.
       Beguin estaba requerido por los británicos por ser Jefe del Irgún
       En Kadimah House en Jerusalem fue contactado por un integrante del Irgún para saber si estaba dispuesto a reunirse con Beguin
       El interés de Rodríguez Fabregat era reunirse con todas las partes por lo tanto acepta.
       El joven miembro del Irgún dio instrucciones precisas: a las siete de la tarde en la terraza del Hotel Savoy en Tel Aviv
       Conjuntamente con el representante de Guatemala José María Granados acudieron a la cita.
       A comienzos de los años 70 Rodríguez Fabregat se reencuentra con Beguin en Jerusalén. Ahora como jefe de la oposición en el Knesset.
       Los años de clandestino durante la dictadura de Gabriel Terra fueron de mucha utilidad para la tarea que Rodríguez Fabregat realizó en La Comisión.
       Al fundamentar el Plan de Partición, Rodríguez Fabregat sostuvo:
       “¿…se pretende dejar librado el destino de los judíos que han sufrido una persecusión, a una suerte de lotería de la caridad internacional, promoviendo el buen corazón de las Naciones Unidas, para que reciban y acojan en grupos, en lotes, a los que sobrevivieron en los campos de exterminio?”



       Discurso final de Rodríguez Fabregat:
       “ Sabiendo la carga de responsabilidad que esto significa, pero comprendiendo que es necesario terminar el quebranto y el drama de los pueblos de Palestina, es necesario transformar el hogar nacional del antiguo mandato en el Estado y en la dos naciones que por este proyecto se crean; es necesario velar porque esta crónica de duelo y de sangre termine bajo esta conquista que será para siempre la primera conquista moral de las Naciones Unidas”
Tuvo también destacada actuación periodística, en el diario La Razón y como colaborador en varias revistas.
En 1971, participó en la fundación del Frente Amplio, integrando una lista con otros políticos de extracción batllista como Zelmar Michelini y Alba Roballo. En 1973 debió exiliarse nuevamente, esta vez en Buenos Aires, donde trabajó en la agencia Prensa Latina.
En 2001, una escuela de San José de Mayo fue bautizada con su nombre.
Es una de la figuras a rescatar del terco olvido de la Historia .

Ver:
       Beguín, Menachem, La rebelión: historia del Irgún, Barcelona, Plaza & James, 1981.
       Etchegoimberry, Delia, Enrique Rodríguez Fabregat: una de las caras del siglo XX, Buenos Aires, edición del autor, 2008. (Diario de Enrique Rodríguez Fabregat).
       Eytan, Walter, Los diez primeros años: una historia diplomática de Israel, Montevideo, Wainstein, 1959.
       García Granados, Jorge, Así nació Israel: un país fuera de lo común en circunstancias extraordinarias, Ciudad de México, Novaro, 1968.
       Herzl, Theodor, El Estado Judío, Buenos Aires, Organización Sionista Argentina, 2004.
       Sharett, Moshé, Israel ante las naciones, Buenos Aires, Acervo Cultural, 1953.

            Tov, Moshé A., El murmullo de Israel: historial diplomático, Jerusalén, La Semana.1988  

sábado, 20 de mayo de 2017

Batllismo y Estado: Las Empresas y su rol.

Batllismo y Estado: Las empresas y su rol. Una postura Socialdemócrata.





“Treinta años de la historia del país, 1899-1929, pasaje de la anarquía orgánica a la ordenación nacional, treinta años de intenso y generoso proceso evolutivo en los aspectos políticos, económicos y sociales, estructurando la conciencia ciudadana fundamentada en la libertad, y aportando magníficamente los elementos morales y materiales en todos los órdenes, para moldear la felicidad de la ciudadanía y las potencialidad del país”  (Buzzeti, Ing. José L. La Magnifica gestión de Batlle en Obras Públicas.Montevideo 1942.

La debilidad del capitalismo nacional y la circunstancia de que los capitales existentes se encontrasen volcados a la explotación agropecuaria, a las inversiones inmobiliarias y a diferentes actividades comerciales y financieras crearon las condiciones favorables para la intervención del Estado en dos direcciones, contribuir a la formación de un capital industrial y a una mejor redistribución de la riqueza en la sociedad. El intervencionismo del Estado batllista en la economía se verificó en dos aspectos fundamentales: el proteccionismo industrial que contribuyó a fortalecer la incipiente manufactura y el desarrollo del sector público con servicios comerciales e industriales del Estado. Esto fue logrado con la aplicación del intervencionismo estatal en lo aduanero, en lo fiscal, lo monetario y lo financiero.
El proteccionismo industrial se logró fundamentalmente utilizando las tarifas aduaneras para los productos competitivos con la industria nacional y la rebaja de tarifas para las materias primas, las maquinarias y los combustibles y también con exoneraciones tributarias
La ley más importante del período fue la del 21 de octubre de 1912 por la cual se facultaba al Poder Ejecutivo a conceder franquicias aduaneras a ciertos productos y a conceder  a las nuevas fábricas que se instalasen en el País franquicias consistentes en la exención de derechos de aduana a favor de máquinas, aparatos, repuestos, accesorios, materiales de primera instalación y materias primas y exención de la Contribución Inmobiliaria y la Patente de Giro siempre que estos ramos industriales no explotados en el país por fábricas que ya tuviesen esas franquicias. Hubo muchas leyes  que favorecieron el desarrollo de una industria estatal y de varios servicios nacionalizados, en algunos casos se lograron importantes beneficios económicos. También debemos destacar que en las primeras décadas del sigloXX una gran parte del ahorro nacional se volcó a la realización de gastos productivos en servicios del Estado y en Obras Públicas. Fue esta prosperidad la que permitió el desarrollo de una política de protección de las sectores obreros y asalariados y en general de los sectores más desamparados de la sociedad. Paralelamente al desarrollo de las empresas estatales nuestra principal industria que era la explotación de los productos pecuarios asistía a la culminación de un proceso que incluía la muerte del saladero y el triunfo del frigorífico. Siguiendo ahora la visión del Dr. Carlos Demasi  que sostiene en un artículo publicado por la fundación Vivian Trias (La relación batllismo – Estado: un concepto problemático. Carlos Demasi Fundación Vivián Trías Cuaderno N°25)
Explica el intervencionismo batllista en el siguiente fragmento: “El rasgo innovador del batllismo se evidencia cuando aparece una justificación doctrinaria de esa intervención, que la transforma en una política de carácter permanente; es decir, aquel argumento que defiende que Estado debe ser el empresario en algunos casos
determinados, y debe mantener ese carácter más allá de las contingencias.
Algo similar puede decirse del “obrerismo” batllista y de la legislación social. Con él apareció el argumento de que el Estado debía funcionar como mediador en los conflictos sociales, como un recurso apto para alcanzar un desarrollo social equilibrado en cuanto amparaba a los más débiles y frenaba a los más poderosos. Esto supone la posibilidad de que en algunos casos el Estado actúe en beneficio de los obreros, pero no supone que lo haga en todos los casos; también Batlle hubiera podido decir que “era colorado y no socialista” como argumentaba Manini Ríos cuando se transformó en su adversario dentro de filas. El aspecto novedoso de estas actitudes llamó fuertemente la
atención en la época, y fue el elemento que contribuyó a reconfigurar el escenario político: a favor o en contra del “inquietismo” o de las “novelerías” de Batlle fue el eje estructurador de las definiciones políticas; por eso es que resulta tan especialmente llamativa la unanimidad del presente.
La presencia de un Estado interventor no aparecía como una evidencia en su
época, y el rastreo de los antecedentes decimonónicos del intervencionismo batllista ha sido más el resultado de la reconstrucción historiográfica que de los testimonios de la época. Es decir que los contemporáneos percibían en el batllismo un intervencionismo de carácter diferente, y ese dato tiene relevancia porque nos muestra hasta qué punto los antecedentes invocados pudieron haber incidido sobre los actores. Lo inverso parece ocurrir con el “socialismo” de Batlle, que no era tal cosa pero así aparecía en la época: visto a la luz de las ideas, el discurso de Batlle tiene pocos elementos que lo identifiquen como socialista.”

 Durante el impulso modernizador e intensamente reformista que caracterizó a los gobiernos batllistas de las tres primeras décadas del siglo XX,  se crearon las bases del estatismo y se desarolló  la concepción tendiente a identificar servicio público con Estado, una “matriz de lo público profundamente estatista”, para decirlo en palabras de Gerardo Caetano.
Se fundaron los tres grandes bancos públicos: el Banco República se institucionalizó como banco íntegramente estatal, se estatizó el Banco Hipotecario del Uruguay (BHU) y se creó el Banco de Seguros del Estado.  El batllismo  se caracterizó por su avanzada política social (legislación obrera, apoyo a la sindicalización, ley de divorcio, pensiones a la vejez, expansión de las jubilaciones, enseñanza media), por su impulso a la modernización, diversificación e industrialización de la economía, así como también por la gran expansión experimentada por el Estado. Se fundó la empresa Usinas de Trasmisiones Eléctricas del Estado (UTE) y se estableció el monopolio estatal de los telégrafos y teléfonos (para éstos el monopolio se haría efectivo en 1931 cuando la red de teléfonos se integró a UTE, que pasó a llamarse Usinas y Teléfonos del Estado, permaneciendo la administración de los teléfonos a cargo de UTE hasta 1974. En este periodo comenzó también la construcción y estatización de vías férreas, creándose Ferrocarriles y Tranvías del Estado, y se estableció el monopolio estatal de la gestión de los puertos con la creación de la Administración Nacional de Puertos (ANP). Bajo un nuevo impulso reformista, ambientado por los avances de la acción estatal durante la Gran Depresión en la década de 1930 y años posteriores, se fundó la Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland (ANCAP). Todas estas empresas constituían entes autónomos o servicios descentralizados y se regían por el derecho público. En general, sus objetivos se dirigían a brindar un servicio de calidad y bajo precio y extenderlo al conjunto de la población. Aunque sus cartas orgánicas no lo establecían, las grandes empresas, generalmente superavitarias, aportaban parte de sus beneficios al Gobierno Central (transferencias positivas) y las empresas deficitarias recibían subsidios de éste (transferencias negativas). Durante el periodo de industrialización dirigida por el Estado, el “Dominio Industrial y Comercial del Estado”, como se le llamó al conjunto de EP no financieras, experimentó una gran expansión debido al crecimiento de la cobertura y de las funciones de las dos principales empresas, UTE y ANCAP, así como por la creación de nuevas empresas, principalmente por la estatización de las compañías británicas de servicios (la mayor parte de los ferrocarriles existentes, los tranvías de Montevideo y la compañía de Aguas Corrientes de Montevideo), fundándose la Administración de Ferrocarriles del Estado (AFE) y Obras Sanitarias del Estado (OSE) en 1952. En el mismo año la empresa mixta PLUNA (Primeras Líneas Uruguayas de Navegación Aérea) pasó a ser totalmente estatal. También se fundan el Instituto Nacional de Colonización (INC) y el Servicio Oceanográfico y de Pesca (SOYP), desde 1976 Instituto Lobero y Pesquero (ILPE). UTE se expandió al interior del país expropiando las usinas eléctricas privadas, estableciendo una tarifa única en todo el país y extendiendo también la red telefónica nacional, cesando entonces las concesiones a las empresas telefónicas privadas. ANCAP expandió la capacidad de su refinaría y cubrió la totalidad del mercado de derivados del petróleo.
La proyección del modelo hacia el siglo XXI, una visión socialdemócrata.
La socialdemocracia como evolución lógica del batllismo  introduce elementos de transformación social, pues lo que quiere es una organización económica y política que transite del individualismo liberal puro y capitalista, al colectivismo solidario —sin pasar por la violencia y la lucha de clases— deslizándose entre el debate parlamentario, es decir, por medio de la democracia. Es decir, lo que la transición busca es que sean los representantes de los ciudadanos, democráticamente elegidos, los que discutan en los foros políticos las formas inteligentes en que deberían combinarse las políticas de mercado —liberales e individualistas— y las políticas sociales —comunitarias y solidarias—, de modo que la marginación, la exclusión y la pobreza encuentren espacios económicos y políticos de solución en el largo plazo sin afectar, además, la soberanía nacional.  Un debate complejo cuando el ADN batllista oscila en visiones diferentes ya sean ortodoxas y colegialistas, reformistas estatistas o decididamente liberales dejando de lado al Estado Benefactor.

Charles Anthony Raven Crosland (1956), indica los elementos que constituyen el paradigma socialdemócrata clásico:
1. El liberalismo político, esto es, la aceptación de los instrumentos típicos de las democracias representativas parlamentarias con partidos políticos en competencia.
 2. La economía mixta, es decir, la coexistencia complementaria de los medios privados de producción y los propios del Estado encargado de la planificación y el control público de la economía.
3. El Estado de Bienestar: el diseño y ejecución de políticas sociales destinadas a la distribución de la riqueza de formas equitativas y capaces de mitigar los efectos nocivos del mercado corrigiendo los desequilibrios económicos de modo que se propicie la justicia social.
 4. Políticas económicas keynesianas tendientes a lograr el pleno empleo promoviendo salarios elevados, estabilidad de precios y un gasto público vigoroso.
5. Una política social comprometida con la igualdad social. Estas líneas de política pública señalan, con toda precisión, el perfil financiero y social de un Estado comprometido con la justicia y la equidad, como expresiones sociales humanistas.
A modo de conclusión preliminar.
El documento emanado del Congreso Ideológico del Partido Colorado (Junio,2012) sostiene en su página 144 (…) es necesario establecer un marco más claro de relacionamiento entre el Estado y sus empresas. La relación entre el Poder Ejecutivo y las Empresas Públicas deberían quedar formalizadas por contratos de gestión que obliguen a sus directorios.(…)  En definitiva las empresas públicas deben contribuir a acelerar la tasa de crecimiento económico del Uruguay y a mejorar el bienestar de sus habitantes, en el marco de un estado Moderno garante del desarrollo ciudadano


domingo, 23 de abril de 2017

El Ferrocarril en Uruguay desde los inicios al Crisis de 1929

El Ferrocarril en el Uruguay hasta la crisis de 1929.



 Antecedentes.

El Uruguay empieza a salirse de su larga siesta oriental aproximadamente desde el último tercio del siglo XIX, precisamente, uno de los síntomas es esa acción mestizadora en los rodeos. En años redondos podríamos admitir que, a partir de 1860, comienza una nueva experiencia histórica que, paulatinamente, va relegando el periodo colonial, y la incipiente refinación ganadera no es nada más que manifestaciones.
En efecto, hasta el acceso de Berro a la Presidencia (1860-1864)el territorio mantenía, grosso modo, las características generadas durante el siglo XVIII: una sociedad urbana, cuya clase alta dirigía, no solo la política sino también el comercio y, por lo regular, todas las actividades de intermediación; por otro lado, la sociedad rural de apariencia menos diferenciada, constituída por una minoría propietaria de una tierra de muy bajo nivel de producción y una población movediza, expresión de una fuerza de trabajo muy limitada. Caballos y carretas, como en tiempos de primeros faeneros y changadores, eran los únicos medios de locomoción y circulación de personas y bienes y un deficiente servicio de diligencias, también lentas, inseguras por volcadoras e irregulares en el itinerario, incorporado en el siglo XIX, explorado por distintas empresas que, con incierta frecuencia, hacían la carrera a distintos puntos del interior.
Todo esto cuando la industria inglesa de fundición alcanzaba índices máximos de producción. En efecto, en diez años(1850-1860), se registra un incremento del 70%, mientras que, para el mismo periodo, el incremento envías férreas, llamadas a absorber buena proporción del plus, es sólo un 57%.Inglaterra, la incuestionable metrópoli ferrocarrilera, tenía claramente un excedente a colocar en ultramar, la isla estaba ya al borde de la saturación; entonces, recién entonces, comienza, con respecto a esta línea de su economía, una expansión propiamente imperialista, exportando primero a Estados Unidos que padecía un fenómeno inverso y luego a la Argentina, gran mercado consumidor del ferrocarril británico; finalmente, llega también a Uruguay. En comparación con otros países de América Latina el ferrocarril llegó tarde a Uruguay. Los primeros kilómetros de vías férreas se abrieron a la explotación en 1869, más de diez años después de las primeras inversiones de este tipo en Brasil y Argentina. En 1880 había apenas 205 kilómetros de vía. Sin embargo, el boom ferroviario de finales de la década llevó a una gran explosión en la inversión, llegando a 1.567 km de vía en 1892. Ese  crecimiento se vio frenado por la crisis de los años noventa. Más tarde, después de ocho años de estancamiento, se retomó la expansión de la red y antes de 1913 fueron construidos mil kilómetros más (Anuarios Estadísticos; Millot y Bertino, 1996: 330).   



Búsqueda y pérdida de un capitalismo uruguayo.

Pero, mientras tanto, los representantes del incipiente capitalismo nacional, proyectaban la implementación del ferrocarril asimismo nacional. En 1852, cuando Flores andaba ocupado en sus cuartelazos, Isola y Nin pensaban en un prematuro ferrocarril para unir Colonia con Montevideo. Desde esta primera, abortada iniciativa, menudearon los proyectos más o menos sensatos y viables hasta que finalmente un grupo de empresarios ya uruguayos, ya ingleses radicados constituyen un consorcio bajos la denominación “Ferrocarril Central del Uruguay”. Estaban en él Daniel Zorrilla, co redactor del código rural, Tomás Tomkinson, el mismo inglés polifacético del Banco Comercial y la Compañía del Gas, estaba el anglo-uruguayo Juan Jackson y Jaime Cibils, su yerno y socio en la explotación de un dique de carena; Juan Miguel Martínez, con tiempo para muchas cosas, incluso promover la creación del Teatro Solis; Juan Mac-Coll otro representante de al clase alta inglesa. En fin, fue esta la iniciativa más ambiciosa para establecer el ferrocarril por cuenta de capitales del país, que en definitiva resultaron insuficientes.
Con todo, se llegó a poner en funcionamiento la línea hasta Las Piedras, luego ampliada hasta Progreso y, finalmente, hacia 1872, consiguen llevarla hasta las márgenes del Santa Lucía, con energías suficientes como para construir, montar y equipar los talleres de Bella Vista. Al no ser redituable  se tramita la venta a un consorcio inglés de resultas de cuyas gestiones “The Central Uruguay Railway Ltd” adquiere en 1876el activo y pasivo del “Ferrocarril Central del Uruguay” que traspasaba también la concesión. El Ferrocarril nacional estaba liquidado y el inglés empezaba su larga señoría en el país donde habría de instalar lo que sería, en relación con el territorio, la segunda red de América del Sur.
A partir del traspaso de la empresa nacional, la compañía inglesa inició una política de expansión controlada, atendiendo sus conveniencias comerciales. Por lo tanto el crecimiento de la red no se hizo tanto a la importación de capitales procedentes de Londres, pero si aplicandolos rendimientos de secciones ya explotadas. Este sistema no daba grandes dividendos pero tampoco exigía grandes inversiones metropolitanas de modo que la Junta Local, protegía los riesgos limitándolos a lo ya invertido.
Para orientar la actividad económica y la política vial del nuevo sistema de transporte, se dictó la ley del 27 de agosto de 1884 donde están contenidos los grandes lineamientos para regular la acción futura de las empresas y del propio Estado. A partir de aquí se establecen las concesiones que eran verdaderos contratos-leyes para regular las relaciones entre las empresas y el gobierno. Todas las concesiones (Ferrocarril Nordeste. Extensión al Este, Norte y Oeste, Midland, Ramales Algorta- Fray Bentos y Tres Arboles -Piedra Sola)
La primera empresa ferroviaria que operó en Uruguay era de capital nacional, pero al poco tiempo fue comprada por capitales británicos, que con el correr del tiempo construirían y gestionarían la mayor parte de la red hasta su proceso de nacionalización en el siglo XX. En 1913, el 60% de las vías férreas estaban controladas por el Central Uruguay Railway Company (CUR), que operaba el eje central de la red que entraba en Montevideo y varios ramales. El resto de la red se repartía entre el Midland, que operaba casi el 20%, y otras empresas más pequeñas. El Estado estuvo activamente involucrado en el desarrollo del ferrocarril desde su comienzo. En el año 1865 autorizó la primera propuesta, una línea de alrededor de 180 km entre la Capital y la ciudad de Durazno. En esa ocasión, otorgó a la empresa ferroviaria una garantía del 7% de beneficios sobre un valor de capital fijo por kilómetro construido y se comprometió a proveer la mayor parte del capital para la construcción de la línea, aunque no cumplió con esto último. Posteriormente, la construcción de otras líneas fue concedida con acuerdos similares hasta la Primera Guerra Mundial, pues desde entonces no hubo inversión privada en la ampliación de la red ferroviaria.



Las Tarifas.

A partir del artículo 11 del contrato del 25 de febrero de1878 que deja librada a la empresa la fijación de tarifas mientras la explotación no alcance el 16% de utilidades. En términos generales se puede sostener que la facultad de tarifar fue ejercida arbitrariamente por las empresas que contaban, además, con hábiles abogados(Eduardo García de Zúñiga, Mario Lenzi) capaces de defender los intereses de las empresas contra el país. El problema real era que las empresas tenían en el precio del boleto en sus manos el desarrollo y prosperidad de grandes zonas del país. Debido a la dificultad de atraer los fondos necesarios para la extensión de la red, el gobierno uruguayo decidió institucionalizar la garantía en la primera ley de ferrocarriles de 1884. Esta ley establecía el trazado general de la red determinando los centros poblados por los que habría de pasar, las obligaciones del gobierno con respecto a las empresas beneficiarias de las concesiones de líneas y la regulación a la cual éstas se debían someter. Se establecía un valor ficto de £5.000 por kilómetro de vía construida y el Estado se comprometía a compensar toda ganancia anual que fuera menor a 7% sobre ese valor de capital. Las empresas estaban obligadas a pagar al gobierno parte de cualquier ganancia anual por encima del 8 % del capital, hasta haber devuelto la suma entera de las garantías pagadas en años anteriores. Pero esa disposición no se aplicó porque las empresas nunca declararon más de esa cifra. El Estado también se reservó el derecho de intervenir en la fijación de tarifas en caso de que las ganancias superasen el 12%, derecho que nunca ejerció por la misma razón.   La segunda ley de ferrocarriles de 1888 hizo ajustes mínimos a lo instituido en 1884 y estableció la posibilidad de la intervención directa del Estado en la construcción de líneas férreas. Asimismo, la crisis de la década de 1890 resultó en un arreglo de la deuda externa uruguaya y en una renegociación de los términos de las obligaciones del Estado en referencia al ferrocarril. De ese modo la garantía se rebajó al 3,5% y el nivel de ganancias a partir del cual las empresas tenían que empezar a devolverlas se ajustó al 6%.  
Por un lado el ferrocarril desplazó la carreta como medio de transporte y, si no desplazó también, redujo sustancialmente las fuentes de trabajo de los clásicos troperos. “(…) la locomotora(…) ha desalojado en parte al tropero, sobre todo en las distancias largas”(Carlos García Arocena, Estudio sobre ferrocarriles). El tema era que el tropero cobraba $1.20 por cabeza y el ferrocarril $14 por cabeza. A una empresa que vende fletes es lo mismo transportar trigo que maíz, pero también es verdad que la diferencia de precios de uno y de otro grano en el mercado cerealero de Montevideo, determinaba que no podía pagarse el mismo precio fletero por uno y otro cereal; fatalmente, a igualdad, el agricultor prefería plantar y remitir trigo que se pagaba más por la fanega. El ferrocarril En la primera mitad del siglo XX ocurrieron cambios importantes que afectaron al ferrocarril. Destaca entre ellos el hecho de que la nueva tecnología del transporte automotor no solo terminó con el monopolio del ferrocarril, sino que éste dejó de ser el modo de transporte terrestre dominante. Además, se estatizaron algunos tramos de la red y la política nacionalista del batllismo creó un ambiente hostil para el capital inglés (Nahum, 1994: 54-55).4 Por otra parte, como las garantías que el Estado pagaba a las compañías regían durante los primeros 40 años de explotación de cada línea, la mayoría dejó de percibir el subsidio a fines de la década de 1930, aunque los últimos pagos de garantía fueron hechos en la década de 1940.  A partir de 1915, al estatizarse el Ferrocarril y Tranvía del Norte, la red férrea uruguaya dejó de ser únicamente de propiedad privada. Posteriormente, el Estado adquirió el ramal DuraznoTrinidad, el Ferrocarril Uruguayo del Este (Empalme Olmos-Maldonado) y el ramal Rocha-La Paloma (Baracchini, 1981: 172-73).



Con respecto a los ferrocarriles el batllismo intentó la creación de una red ferroviaria nacional, que se concretaría en 1915 con la fundación de AFE. Pero al mismo tiempo fomentó la creación de carreteras paralelas a las vías férreas inglesas, como alternativa para obligar a los ingleses a bajar las tarifas del ferrocarril. También respondía al aumento del tránsito de automóviles y camiones, contando con el apoyo del capital estadounidense, que estaba interesado en la expansión de la industria automotriz. 
 En total, entre 1915 y 1940 el Estado adquirió 100 km más de vía y construyó aproximadamente 460 km. Todas las líneas, así como el tranvía, eran operadas por la Administración de Ferrocarriles y Tranvías del Estado, creada en 1915. La excepción al respecto estaba en la línea de Sayago a la Tablada, que también había sido construida en 1915 pero que se operaba aparte. En el momento de la compra de los ferrocarriles británicos en 1948, el Estado ya tenía aproximadamente 18% del total de la red (Baracchini, 1981: 173). En general estas líneas cubrían recorridos con escaso tráfico. La llegada del automóvil en 1905, y del ómnibus y el camión en la siguiente década, introdujeron una tecnología competidora en el mercado de transporte que hasta entonces el ferrocarril no había experimentado. La mejora de los caminos tuvo que esperar unos años más, pero a partir de 1924, el ferrocarril ya empezó a sentir la competencia en el transporte de carga y de pasajeros en las zonas cercanas a Montevideo. Entre 1926 y 1930, más de 4800 camiones fueron empadronados en Montevideo y se gastaron $16 millones en obras y servicios de la Dirección Nacional de Vialidad (Bertino et al., 2005: 269).  Las empresas británicas intentaron influir, sin éxito, en el trazado de las carreteras, planteando al gobierno que las construyera de forma que sirvieran para dirigir el tráfico hacia las estaciones de tren, en vez de que funcionaran como vías de comunicación paralelas al ferrocarril. En la década del treinta, el CUR se vio forzado a modificar sus tarifas para intentar recuperar parte del tráfico perdido (CUR, Memoria 1936: 15), teniendo éxito parcial en el transporte de pasajeros, pues aumentó el número transportado en 50% entre 1935 y 1940. fue nefasto para la diversificación de productos perjudicando el desarrollo económico en el agro.


El Trazado, los horarios y el material rodante.

El Uruguay es ondulado, técnicamente el ferrocarril pudo salvar esta dificultad sea terraplenando, desmontando o atravesando cerros o rodeando las cuchillas. Esta fue la solución tomada por la empresa a pesar que aumentaba el costo de operación porque alargaba los recorridos en virtud de las amplias curvas y frecuentes llegando a un 33% de curvas. Esto determinó que los trenes no podían desarrollar grandes velocidades ni llevar demasiados vagones lo que encarece el flete. Si le sumamos que los trenes se dirigen al interior a buscar productos para llevarlos al puerto, esto significa que van vacíos y vuelven llenos, por lo tanto ese costo lo debía pagar también el remitente, hacendado o agricultor, que en realidad había usado solo la mitad del recorrido, es decir, el recorrido de regreso.
El régimen de horarios conspiraba contra el desarrollo de la cuenca lechera, por cuanto sin vagones frigoríficos, la leche debía viajar de noche y este servicio nocturno no siempre era conveniente. Además el material rodante tenía sus problemas, no más de 500 vagones para vacunos, 50 mixtos y 30 para ovinos era toda la flota que disponía para ofrecer la empresa a los ganaderos para transportarles sus animales. Todo conspiraba contra el rendimiento de una ganadería que tenía así más dificultades para redituarle económicamente al país, las pérdidas absolutas por machucones y fracturas era entre el 12% y el 15%
A partir de la crisis de 1929 se produjo un importante declive en los resultados del ferrocarril. Los problemas generados por la competencia automotora, así como la caída de los precios y volúmenes exportados que implicó una menor demanda para el transporte en general, llevaron a un descenso en los resultados económicos de las empresas británicas que afectó la posibilidad de inversión y renovación del capital. Además, los controles de cambio implementados para afrontar la crisis, limitaron la capacidad de remitir las ganancias para el pago de dividendos e intereses a los tenedores de acciones y bonos (CUR, Memorias  1936-1939). Esto imposibilitó el acceso a más capital británico y llevó a la falta  de inversión en la red. 

Ver:   
Vázquez Franco, Guillermo. Ingleses, Ferrocarriles y Frigoríficos. En Enciclopedia Uruguaya, Número 25,  Páginas 88-92 ARCA, Montevideo. Diciembre de 1988.
Bertino, M, Díaz Steinberg, G, Moreira Goyetche, C. (2015). “Creación y trayectoria de una empresa pública uruguaya: La Administración de Ferrocarriles del Estado (AFE)”. Serie Documentos de Trabajo, DT 13/2015.  Instituto de Economía, Facultad de Ciencias Económicas y Administración, Universidad de la República, Uruguay.


martes, 28 de marzo de 2017

El civilismo 1890-1897: La libertad política.



En este periodo se logran dos grandes conquistas: las garantías civiles y la igualdad electoral. El periodo civil se impuso con cierta facilidad, iniciado durante el período del Gral. Máximo Tajes y con un espíritu amplio y tolerante del nuevo presidente Dr. Julio Herrera y Obes. En lo referente al sistema de búsqueda de la equidad electoral que significaba la igualdad política costó mucho más. Se necesitó una revolución y el asesinato de un presidente en ejercicio para lograrla.
El 1 de marzo de 1890 fue electo Julio Herrera y Obes, con una actividad política muy profunda desde tiempo antes. Era Principista y opositor al latorrismo, fue uno de los desterrados en la barca Puig. Su visión política desde la presidencia era absolutamente partidista, aunque en el gabinete dio participación a un Constitucionalista como Blas de Pena y a Carlos Berro nacionalista. Solo dio tres jefaturas  a los nacionalistas que quedaron muy desconformes debido a lo acordado de palabra en la paz de 1872.


Dentro del Partido Colorado tuvo una gran oposición desde el sector popular liderada por José Batlle y Ordóñez que desde su periódico “El Día” lo atacaba permanentemente. En realidad el Presidente Julio Herrera y Obes quería imponer una forma de participación política selectiva, convencido de que el pueblo no tenía aun aptitudes de elector. La influencia del gobierno en los comicios era para Herrera y Obes fundamental. En su mensaje del 15 de febrero de 1893 y la ley de elecciones expuso su teoría de la influencia directriz:
“Es indudable que el gobierno  tiene y tendrá siempre, y es necesario y conveniente que la tenga una poderosa y legítima influencia de los candidatos del partido gobernante, y entonces de lo que puede acusársele es del bueno o mal uso que haga de esa influencia directriz, pero no de que la ejerza, y mucho menos podrá decirse racionalmente que el ejercicio de esa facultad importa el despojo del derecho electoral de los ciudadanos”
En lo referente a la ley de reforma electoral no le dio participación a la oposición que a su vez le pedía cada vez más participación y representación de las minorías, como condición de la paz social y política. En 1892 envía un proyecto de ley de Registro Cívico Permanente del cual dos puntos originaron airados debates: 1) la prohibición de vota a los guardias civiles y 2) la conformación y las atribuciones de las Juntas electorales.
El gobierno de Herrera y Obes fue difícil, era un momento de crisis económica con las perturbaciones de la caída del Banco Nacional y se le debe sumar sequías, plaga de langostas y epidemias sanitarias. Sin embargo más allá de las críticas el gobierno alcanzó varios aspectos importantes: Régimen de garantías civiles, respecto a los derechos individuales, amplia libertad de prensa e integrando en el gobierno a varios críticos de su gestión como Manuel Herrera y Espinosa, Francisco Bauzá y Carlos María Ramírez. Su relación con la opinión pública fue difícil.
Al finalizar su mandato su grupo partidario manifestó no aceptar ningún candidato que un fuera de la “ colectividad”. Esta postura complicó la situación política, por más de 20 días ninguno de los candidatos presidenciales lograba las mayorías necesarias. El ejército que pudo sacar partido de esta situación de inestabilidad esperó estoicamente que se elegiera el nuevo presidente para rendirle honores, este fue uno de los mayores éxitos de la administración de Julio Herrera y Obes, imponer el principio de que el Poder Político está por encima de la fuerza.
Finalmente fue electo Juan Idiarte Borda. Integrante del Colectivismo, pero no era un gran político ni un estadista de vuelo. En nuestro país ocurría que un gobierno bien intencionado, recto, electoral pero incapaz de comprender los nuevas visiones políticas y sociales que se estaban dando. Era un momento en que los partidos políticos habían alcanzado un gran empuje y organización lo que determinada que la participación social masiva fuese un hecho.
El Partido Nacional en pleno estaba decidió a romper el exclusivismo del oficialismo que en realida lo mantenía en un proceso de abstención casi permanente. En abril de 1896 el Partido Nacional proclamó  la abstención. Y en un manifiesto sostuvo:
“ El Presidente anterior declaraba que debía existir y que era necesario que existiese, la influencia directriz oficial. El presidente actual, lejos de reaccionar contra semejantes prácticas demuestra por el contrario sus tendencias a permanecer dentro del atentado y de abuso, y sin ninguna de las consideraciones de reparo, de vergüenza y de decoro propio…”
En aquél momento la abstención significaba la revolución. El 2 de setiembre de 1896, se constituyó  en Buenos Aires la Junta de Guerra del Partido Nacional, las elecciones de 1896 fueron de gran apatía. No votaron ni un fuerte sector del Partido Nacional, ni el sector popular liderado por José Batlle y Ordóñez del Partido Colorado.
El 30 de enero de 1897 frente a la inminente revolución blanca la oposición colorada reunida en el Teatro Cibils luego de varios oradores José Batlle y Ordóñez condenó a la revolución y al gobierno de Borda y sostuvo:
“Dice el Partido Blanco que viene a restablecer las garantías individuales y las libertades públicas…pero no le creamos! Viene ante todo a derrocar al Partido Colorado! Y en ese ataque, que un seños Idiarte Borda en su vanidad delirante, cree que va dirigido contra su persona, y pretende repelerlo con el concurso de sus amigos particulares solamente, ese ataque es uno de los más formidables que se han preparado contra nuestro partido-y si se produce- tendremos que repelerlo nosotros mismos con nuestros propios brazos, bajo las ordenes de nuestros mejores Jefes”


En marzo de 1897 estalló la revolución dirigida por un militar de escuela Diego Lamas y por un prestigioso caudillo Aparicio Saravia. La Revolución era popular y el 17 de marzo Diego Lamas obtuvo la victoria de Tres Arboles.  Aparicio Saravia aparece en escena en esta Revolución, había nacido en el 16 de agosto de 1856 en Cerro Largo, criado y educado en el campo. Su padre Ciriaco Saravia tenia bienes de fortuna y lo envía a estudiar a Montevideo, se escapa y vuelve al medio rural, participa con su hermano Gumersindo en la revolución federal de Río Grande de 1893. No escucho la órdenes del Honorable Directorio del Partido Nacional y se levantó en armas con Borda en noviembre de 1896, luego en 1897 participa en la revolución. Luego de la victoria de Tres Arboles  son derrotado por el ejército nacional al mando de Justino Muniz, caudillo rival de Saravia. El 16 de julio de 1897 se pactó en Aceguá una tregua de 20 días y se concreta una paz bajo las siguientes condiciones: El ejército renunciaría a la lucha armada. El cuerpo legislativo contrae el compromiso de elegir Presidente de la República a José Pedro Ramirez y se darían jefaturas políticas al Partido Nacional en los siguientes departamentos:  San José, Florida, Minas, Flores, Rocha, Treinta y Tres, Cerro Largo y Artigas.
Las gestiones fracasaron el 25 de Agosto el gobierno solo estaba dispuesto a conceder cuatro jefaturas  y comienzan desde la prensa ataque contra el gobierno de Borda. Esa tarde Idiarte Borda que acababa de asistir al Te Deum celebrado en la catedral, es asesinado por  Avelino Arredondo mediante un disparo de pistola.



“En un nuevo aniversario de la Declaratoria de la Independencia. Idiarte Borda asistiió pasado el mediodía a un tedéum en la Iglesia Matriz, cuyo oficio será impartido por el arzobispo Mariano Soler. La actividades de ese día para el primer mandatario incluirán el traslado de la iglesia hasta la Casa de Gobierno, bajo salva de cohetes y los acordes del Himno Nacional, para luego ver desfilar el ejército por la Plaza Independencia desde los balcones de la sede presidencial. Luego, se serviría un lunch para el cuerpo diplomático y por la noche habría una función de gala en el Teatro Solis.
Pero no pudo ser. Al retirarse de la Catedral, la comitiva de Idiarte Borda empezó su recorrido a pie hasta la Casa de Gobierno. Al llegar frente al Club Uruguay, un joven veinteañero, de nombre Avelino Arredondo, estudiante universitario, según unos medios de prensa, y empleado de comercio, afirmado por algunos historiadores, se abrió camino a través de la fila de soldados escalonados en la calle Sarandí frente a la Plaza Constitución, y le disparó un balazo a quemarropa, que le interesó la aorta. A su lado se encontraba el arzobispo Mariano Soler, que lo acompañaba dentro de la comitiva, y le dio al Presidente la absolución. Arredondo fue detenido en el mismo lugar del crimen y posteriormente declaró a la Policía que su plan tenía una semana de preparación, aunque lo venía madurando desde hacía meses, que no contaba con cómplices y que había matado al Presidente por considerarlo culpable de la situación de guerra que vivía el país. “ (http://www.lr21.com.uy/politica/53865-un-crimen-politico-a-fines-del-siglo-xix)
Ver:
Pivel Devoto, J. Ranieri de Pivel Devoto,A. Historia de la República Oriental del Uruguay.


miércoles, 15 de marzo de 2017

La crisis de 1890. Aproximación. Según Benjamin Nahum.




La crisis de 1890 fue un episodio que quedó grabado en la memoria de varias generaciones por su gran dramatismo. Quiebra de bancos, caída de la Bolsa de Valores, cierre de comercios, detención de la construcción, crecimiento del desempleo, reducción de los sueldos públicos y privados, rebaja de jubilaciones, poco trabajo disponible para peones y jornaleros, miseria. Hubo crisis anteriormente, en 1857, 1868 y en 1875 pero ninguna fue de la profundidad de la de 1890. Nuestro país a fines del siglo XIX tenía como pilares económicos básicos el comercio y la industria, proceso incambiado desde la época colonial. Podemos rastrear el desarrollo de esta crisis desde varios ángulos:
1) La decadencia del comercio de transito.
A comienzos de la década de 1880 la gravitación del alto comercio comienza a declinar. Las razones de su poderío se sostenían en las fortalezas del puerto de Montevideo y en la ubicación geográfica estratégica de nuestro país. Cuando países vecinos comienza a construir puertos artificiales los comerciantes y los Estados vecinos comienzan a proteger su propio comercio. En la década de 1880 Argentina consolidó su unidad política y Buenos Aires pasó a ser el puerto de un gran estado, mientras que Montevideo era el puerto de un pequeño país. Las grandes compañías navieras tendrán su base terminal en Buenos Aires y Montevideo será solo un puerto de escala. A fines del siglo XIX Buenos Aires controla todo su comercio d exportación. Algo parecido ocurre con el Brasil que comienza a proteger su navegación de cabotaje y consolidar sus fronteras políticas y comerciales.
2) La ganadería
En 1880 la existencia ganadera alcanzó la cifra máxima que la pradera natural podía soportar debido al orden impuesto en el país por el militarismo. Entre lo que podía extraer por año y lo que se industrializaba en los saladeros y lo que se consumía en el País había un gran sobrante de ganado. A esto se le debe sumar la baja de los precios internacionales debido a a la depresión economía mundial entre 1873 y 1895. Las lluvias de 1888 redujo el stock ovino en un 30% quedando en 15 millones de cabezas de ganado. Por la misma razón el stock vacuno se vio afectado en 800 mil cabezas un 10% del total. El problema mayor era que el nivel de exportación no había logrado pasar del mercado del tasajo con Cuba y Brasil al enorme mercado de carne congelada en Europa. La Crisis de la ganadería esta vinculada, además a la modernización solo parcial de la campaña, había ovinos cruzados y alambrados, faltaba el mestizaje vacuno y las pasturas mejoradas.
3) La balanza comercial
De 1887 a 1890 las exportaciones sumaron 102 millones de pesos frente a importaciones que llegaron a 123 millones, saldo desfavorable. Las importaciones aumentaron y sus causa fueron claras debido al aumento de la población y a la necesidad de consumo de bienes suntuarios. Entre 1884 y 1889 la población de Montevideo creció en 50 mil habitantes debido a la creciente inmigración los que aumentan el consumo de productos populares como azúcar, arroz, tabaco. Lo que distorsionó la economía fue el consumo de bienes suntuarios caros como obras de arte, joyas, alimentos finos que sumaron la cantidad de 1 millón de pesos mientras que los bienes de producción alcanzaron solo 890 mil pesos. La economía no pudo absorber el impacto de la suba de las importaciones y la baja de los precios internacionales.
4) La Balanza de Pagos.
La balanza de pagos fue favorable. Se contrató en el exterior el empréstito de Conversión y Obras Públicas en abril de 1888 por 20 millones de pesos destinado a los pagos consolidadas de 1883 y sirvió para alimentar al Banco Nacional. Se hizo el empréstito municipal de 6 millones de pesos en octubre de 1888 y en junio de 1890 el empréstito de 9 millones para el rescate de bonos del Tesoro caucionados en Londres. Los tres fueron realizados en la Casa Baring de Londres denominada el “sexto poder económico de Europa” Estos ingresos de dinero del exterior en forma masiva disimularon el déficit de la Balanza Comercial y estimuló la especulación desenfrenada.
5) El Auge especulativo
La actividad del financista español Emilio Reus fue el símbolo de una burguesía europea audaz con espíritu de empresa y confianza absoluta en el progreso técnico como causa de la felicidad humana. Su accionar fue comparable a la realizada por el Baron de Mauá por el impulso y el nuevo clima de desarrollos industriales y financieros que aportó. Intervino en múltiples empresas y proyectos, desde la creación del banco Nacional hasta barrios de viviendas obreras. Ante el aumento de la población el alquiles de las viviendas subió y se estimuló su construcción para arrendamiento. La construcción de casas para los inmigrantes, casonas residenciales para los nuevos ricos y barrios enteros para la clase media o para la clase obrera hizo que los negocios inmobiliario pasaran de 14 millones de pesos en 1885 a 63 millones en 1889.
6) Las nuevas compañías.
La fiebre constructora se contagió a otras esferas. Entre 1887 y 1889 se formaron 189 empresas de todo tipo con 545 millones de pesos de capital. Se llegó a fundar 27 bancos en una plaz de 215 mil habitantes. Los capitales era orintales, argentinos e ingleses y se dedicaron a finaciar industrias y construcción inmobiliaria. Junto a la Bolsa de Valores impulsaron la especulación aumentando en esos pocos años su capital de 5 a 20 millones de pesos, su emisión de 6 a 15 y sus deudores de 12 a 100 millones de pesos.
“Crecimiento, crisis y cambio en Uruguay
La acumulación de capital en la década de 1870 fue retomada por parte de los hacendados, los tradicionales y aquellos producto de la nueva emigración británica, alemana y vasco francesa, y se reforzó a partir del alambramiento de los campos lo que posibilitó la eliminación de los pequeños propietarios, poseedores y agregados así como disminuyó la necesidad de peones y puesteros. El cambio social produjo el aumento de la marginación y con él, el del bandidaje: el uso de la fuerza física del ejército permitió asegurar la tranquilidad de la campaña durante este proceso y reprimir las inquietudes sociales que el mismo generó.
El alambramiento consolidó las relaciones capitalistas en el campo uruguayo, permitió el aumento de la productividad de la explotación pecuaria y un incremento en la producción por la mera existencia regular de mayores stock, todo lo que redundó en un aumento de las exportaciones en volumen físico a partir de 1876 hasta su estancamiento en la primera década del siglo XX. Uruguay retoma sobre esa base el crecimiento económico a partir de ese año que se extenderá, con breves interrupciones, hasta la crisis de 1890, complementado en el desarrollo del transporte interno y una módica industria sustitutiva.
Puede considerarse entonces que en 1876 Uruguay había entrado definitivamente en la zona de influencia británica en un contexto de paz regional. Por una parte Brasil había perdido buena parte de su fuerte influencia en los asuntos del Plata, sus problemas internos (que culminarían con al caída del imperio y la instauración de la República en 1889) concentraban su atención y su economía se retrasaba a la par que dependía crecientemente de las importaciones de Estados Unidos de sus rubros exportables, especialmente el café. Por la otra Argentina priviligeaba sus relaciones con el Viejo Continente, al ser en mayor medida que Uruguay una próspera abastecedora de productos agropecuarios (a la carne y el cuero se agregaban los cereales) a Europa.
Por lo tanto en Uruguay, los ingleses aliados con el nuevo patriciado local que sustituyó al que provenía de la época de la colonia y de las primeras décadas de la independencia, controlaron buena parte del comercio exportador de productos ganaderos e importador de bienes industrializados, de la banca relacionada con este comercio y de las comunicaciones, especialmente el ferrocarril, que permitieron el transporte de las mercaderías hacia y desde el puerto de Montevideo.
Entre 1876 y 1890, se aunaron la alta rentabilidad del sector ganadero, pilar de la economía uruguaya exportadora de bienes primarios pecuarios, con una fuerte inversión en maquinarias e infraestructura para generar altas tasas de crecimiento, de acuerdo a lo que predice la teoría clásica. La rentabilidad de la estancia creció por el doble motivo del aumento de la producción y la baja de los costos generada por el progreso técnico (introducción de la maquina de esquilar), el alambramiento (disminuyendo la cantidad de peones necesarios para cuidar un rebaño) y la mejora del transporte (eliminando troperos y carreteros) que implicaron una población desocupada y una caída del salario real.
La industria temprana, como se ha denominado a la industria uruguaya en este período, a pesar de su crecimiento no cambió la inserción del país en los mercados internacionales como exportador de productos primarios: el gran determinante del desempeño de la industria manufacturera, tanto de la tasa de crecimiento como de sus fluctuaciones, fue el desempeño del sector agroexportador. Esto no quiere decir que el desempeño industrial haya respondido de manera mecánica y homogénea a las vicisitudes del sector externo, especialmente porque se pueden diferenciar distintas situaciones en la industria según la orientación de sus mercados (externo o interno) y el origen de sus materias primas( importadas o nacionales.) Pero la riqueza y la captación de divisas provenientes de las exportaciones de productos primarios incidían decisivamente sobre la demanda para las industrias volcadas al mercado interno y sobre la posibilidad de adquirir los insumos necesarios para aquellas basadas en materias primas importadas. No es de extrañar entonces que las fases de crecimiento y crisis de la industria coincidieran con las del sector agropecuario y que las leyes proteccionistas surgieran no como determinantes activas de su crecimiento sino como respuesta a las crisis que las afectaban.
Al período de crecimiento descrito le sigue la larga recesión que comienza en 1890 y que tiene como detonante la crisis de las economías centrales de ese año, gestada en Londres y que es coincidente con la disminución de las inversiones británicas en la región. El principal motivo de la crisis en Uruguay fue la caída de la rentabilidad de la producción ganadera, base casi excluyente de la riqueza externa del país. La tasa de beneficios de los estancieros se redujo sustancialmente desde 1876 hasta 1890 debido a la disminución de los precios y a los mayores gastos e inversiones en mejora.
La crisis de 1890, precedida por el déficit de la balanza en cuenta corriente y la dificultad creciente de su financiamiento y amplificada por la especulación bancaria e inmobiliaria, promovió la crítica del proyecto ganadero comercial. La pérdida del comercio de tránsito a manos del recientemente mejorado puerto de Buenos Aires implicó un examen de las estructuras vigentes que supuso el análisis, pero no la solución, del problema de la tenencia de la tierra y el desarrollo de la agricultura. La eliminación del monopolio orista del crédito y el dinero fue otra de las consecuencias institucionales de la crisis, con la fundación de los estatales Banco República y Banco Hipotecario: el orismo había sido el reflejo del dominio del capital comercial sobre el capital productivo, del comercio montevideano sobre la incipiente industria y si bien durante el proceso de independencia y las primeras décadas de vida del nuevo país había estado aliado con los grandes estancieros, la crisis del 90 supuso la ruptura de esa conjunción de intereses. Junto a los ganaderos se alinearon los agricultores, industriales y un sector del capital especulativo extranjero para forzar la desmonopolización del oro y la expansión del crédito, medidas ambas que iban en detrimento de sus enemigos oristas conformados por los importadores montevideanos y el sector financiero.
Luego de la suspensión de la convertibilidad de la moneda debido al cese de la financiación inglesa al Estado uruguayo, quedó interrumpido el pago de la deuda y una fuerte deflación provocó la caída de los salarios y el fuerte aumento de la concentración de la riqueza. La balanza comercial comenzó a tener saldos positivos en 1891 debido a la reducción de las importaciones.
La disminución de los costos internos en moneda fuerte, efecto combinado de la baja de los salarios y la devaluación, se vio acompañada a partir de 1895 por el decisivo hecho de la suba de los precios internacionales. Ambas causas incrementaron grandemente la rentabilidad de la explotación ganadera que confluyó, luego del fin de las guerras civiles en 1905, en un auge de todos los sectores de la economía hasta 1912 que más que compensaron los valores negativos de comienzos de la década del 90.
Analizando la ganadería, factor clave en el crecimiento económico del Uruguay de la época (y que en buena parte se mantiene hasta hoy), el período de expansión mundial iniciado en 1895 y que se extiende hasta el fin de la Primera Guerra Mundial, significó una mayor demanda y un aumento de los precios de los productos exportables: ganado en pie, carnes y cueros. En 1905 se instala el primer frigorífico con un fuerte retraso con respecto a Argentina, donde la sustitución de los saladeros por los frigoríficos se produjo a partir de 1890 debido a la preferencia del capital extranjero por la mejor calidad de las carnes del vecino país aunado a un mayor rebaño de ovejas. Esta primera planta frigorífica en Uruguay comenzó a operar en forma muy lenta pero fue el inicio de la sustitución de las exportaciones de ganado en pie y tasajo por carne congelada, producto de mayor precio y dinamismo. Se produjo un aumento de la producción ganadera acompañado de un incremento de la productividad en carne por cabeza de ganado, debido al avance del mestizaje. El aumento de los beneficios condujo al incremento de la inversión, recorriendo la trayectoria de crecimiento las fases características de la sociedad capitalista que describiéramos en el primer capítulo de esta sección.
La agricultura tuvo un crecimiento importante entre 1890 y 1913, pero su escaso volumen inicial y sus características hicieron que su incidencia en el crecimiento del país fuera escasa.
En cuanto a la industria, nuevamente se demostró en este período su dependencia de los vaivenes del sector agropecuario: la depresión posterior a la crisis de 1890 al retraer el consumo afectó el mercado interno, estancándose la actividad industria y reduciéndose las importaciones. La crisis incidió en forma diferente en las distintas ramas industriales, según fueran exportadoras o dirigidas al mercado interno, con materia prima nacional o importada. Pero el balance total fue negativo.
En este tramo del período analizado, se mantuvo el patrón oro y creció la actividad financiera por la expansión de la primera década del siglo, con predominio extranjero (en especial británico) en la banca.”
Tomado de:
La Crisis del 90 y la Conversión de 1891, Benjamin Nahum.