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sábado, 23 de abril de 2016

El batllismo en la decada de 1960: entre la autoridad y las demandas sociales.

En 1960 Benedetti publicó con gran suceso “ El país de la cola de paja”. Era una interpretación similar a la que desarrollaron los integrantes de la generación del 45: atacaba al Uruguay de las clases medias y de la burocracia, o sea al batllismo. El libro, además, mostraba grandes críticas a la democracia uruguaya y lo que era peor al respeto que los uruguayos teníamos por la democracia. Era el intelectual el que formulaba las críticas, una persona que se consideraba superior al resto de los mortales. Las cosas empiezan a cambiar en 1962. A esa elección la izquierda llegó con grandes expectativas pero que en votos obtenidos fue un fracaso absoluto. En las elecciones de 1962 continuó con su programa político: el proteccionismo, la reorganización financiera, fomento de la industria, el agro y el comercio. Lo novedoso es la figura de un técnico en la lista al Consejo Nacional de Gobierno en la figura de Julio Lacarte Muró especializado en comercio internacional. Dentro de la 15, Zelmar Michelini y Hugo Batalla, y de la 14, Renán Rodriguez y Enrique Martínez  Moreno, fundan la lista 99 buscando una revisión crítica del  sistema colegiado. La Unión Civica, el Partido Comunista y el Partido Socialista no se presentaron en sus lemas habituales, que serán en esa elección: Partido Demócrata Cristiano, Frene Izquierda de Liberación y la Unión Popular que estaban integrados, además, con miembros de los Partidos Tradicionales.
En 1962 y como consecuencia de la segunda derrota electoral del Partido Colorado se producen varios desplazamientos. En ese marco fallece don Luis Batlle en 1964 dando inicio a una feroz lucha por el liderazgo de la lista 15 con las inmediatas renovaciones ideológicas y programáticas. En el debate estaba presente el problema de la reforma constitucional y el debate del retorno al Poder Ejecutivo unipersonal y las nuevas visiones sobre el dogma estatista e industrialista del primer batllismo y seguido por el denominado neo batllismo. Acá surge la figura de Jorge Batlle Ibáñez que fue tomando posición mediante los medios de comunicación muy poderosos de la época y del sector, el diario Acción y la Radio Ariel. La otra figura ascendente era el diputado por Montevideo Julio María Sanguinetti que fue nombrado subdirector del diario Acción y su redactor responsable.
En las internas del sector que se realizaron el 29 de noviembre de 1965 quedaron definidas tres corrientes:
1) El quincismo con Jorge Batlle y Alberto Abdala conformando Unidad y Reforma cuyo eje era la Reforma Constitucional eliminado el Colegiado.
2) El Consejero Amilcar Vasconcellos y el diputado  Manuel Flores Mora encabezaron el movimiento “Por la ruta de Luis Batlle” con un discurso netamente neo batllista y en la defensa del sistema Colegiado.
3) El Grupo de los Senadores se presentó con el lema “unidad quincista”
El triunfo de “Unidad y Reforma” determinó que el sector de Jorge Batlle y el diario Acción se convirtieran en la punta de lanza  en el proceso de elaboración de la nueva constitución en tanto que en el debate parlamentario fue el Dr. Sanguinetti quien llevó adelante la responsabilidad de ser el miembro informante.


En tanto, fuera del debate interno que estaba destruyendo la ortodoxia batllista, los opositores históricos del batllismo, los partidos de ideas, los intelectuales y la nueva generación de historiadores comienzan a realizar una mirada crítica del batllismo. Hasta derivar en una predica de legitimación de valores tradicionales del batllismo dentro de los partidos denominados de izquierda. Es acá, que luego de la restirada del lema de la lista 99 y de otros grupos liderados por Alba Roballo y Enrique Rodríguez Fabregat comienza la dispersión ideológica del batllismo volviéndose más conservador y ligeramente oscilando hacia posiciones de derecha en el marco de la Guerra Fría y el ataque de la guerrilla interna. Transcribo una breve interpretación del historiador Jaime Yaffé :

“La incorporación de lo colorado fue mucho más fuerte en la configuración frenteamplista originaria. El batllismo tenía atributos muy funcionales al proyecto frenteamplista y a sus fundamentos históricos: se trataba, lo mismo que el artiguismo, de un proyecto de transformación frustrado. Estaba por tanto, en tanto recurso histórico, disponible para ser reinvindicado desde un posicionamiento político que buscaba relevar a los partidos tradicionales desde sus propias tradiciones.
Como había sucedido en la década anterior con el artiguismo, se produjo en los setenta con el batllismo otra confluencia entre reconstrucción y uso político del pasado por un lado producción historiográfica por otro. Para la izquierda política este proceso quedó clausurado por la dictadura. Sin embargo, durante su transcurso la producción historiográfica uruguaya dio un salto notable en el conocimiento de las primeras décadas del siglo veinte desarrollándose una aguda interpretación del batllismo potencialmente funcional al tipo de lectura y ubicación histórica que la izquierda venía cultivando con particular énfasis desde 1971. Se produjo entonces en esa década, un desfasaje, en tanto la historiografía dio un gran salto adelante en el estudio del batllismo en un tiempo en que la izquierda política estuvo diezmada por la más salvaje represión que ha conocido la historia política del Uruguay contemporáneo. La izquierda restaurada en 1984 retomó la innovación bloqueada en 1973 contando para ello con una base historiógráfica ampliada, renovada, pero ampliamente confirmatoria de la línea ya trazada antes del Golpe de Estado de 1973. A lo largo de diez años (entre 1979 y 1987) los historiadores José Pedro Barrán y Benjamín Nahum fueron dando a conocer los resultados de su investigación sobre el primer batllismo a través de la serie titulada Batlle, los estancieros y el Imperio británico. Abordaron el estudio e interpretación del batllismo basándose en los mismos cuatro pilares mencionados anteriormente para el caso de los estudios sobre el artiguismo: el carácter transformador (revolucionario en un caso, reformista en otro); el fundamento económico y social del proceso; el papel de los sujetos colectivos (clases sociales, masas populares) y la inclinación “popular” del movimiento; la detención del programa de cambios anunciado, de donde se deriva el carácter inconcluso del fenómeno histórico y su potencialidad como recurso político. Con este avance historiográfico se consolidó una visión del  batllismo como movimiento político reformista que había desplegado un segundo proyecto de profunda transformación económica y social del Uruguay. El reformismo batllista se había propuesto la transformación económica y social del Uruguay. Su discurso político revelaba una sensibilidad especial por los sectores populares. Si bien había contado para aplicar parte de sus planes con el control del Estado, se había visto bloqueado, una vez más, frustrado por la acción del imperialismo de afuera y los conservadores de adentro.”

El batllismo se volvió más volcado desde entonces a buscar un equilibrio entre el orden y los equlibrios entre autoridad y libertad, olvidando su razón de ser: satisfacer las necesidades y las demandas de la sociedad.

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