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sábado, 14 de diciembre de 2024

Evolución del batllismo. Progresismo: aspectos económicos y políticos.

 

Impacto del batllismo en el movimiento obrero.




El batllismo fue fundamental para institucionalizar las demandas de los trabajadores y construir un Estado que garantizara derechos laborales básicos. Entre sus principales legados están: La expansión de la ciudadanía social, con el acceso universal a derechos como la educación, la salud y la seguridad laboral. La promoción de un modelo de Estado de bienestar que, aunque limitado por las condiciones económicas de la época, sentó las bases para futuras políticas sociales en Uruguay. Aunque el batllismo promovió reformas importantes, no logró satisfacer plenamente las expectativas de los sectores más radicales del movimiento obrero, especialmente los anarquistas y comunistas. Estos grupos criticaban el carácter paternalista del Estado y su intención de "domesticar" la lucha de clases. Sin embargo, las reformas batllistas ayudaron a mitigar las desigualdades sociales y evitaron conflictos sociales más

profundos en comparación con otros países de la región.

Las relaciones entre el batllismo, el Partido Socialista del Uruguay (PSU) y el Partido Comunista del Uruguay (PCU) durante las primeras décadas del siglo XX fue compleja y estuvo marcada por tensiones ideológicas, competencia política y algunas coincidencias en objetivos reformistas. Mientras el batllismo impulsaba un programa de reformas sociales desde el Estado, los socialistas y comunistas representaban sectores que, aunque coincidían en ciertas demandas laborales y sociales, tenían visiones distintas sobre el alcance de esas transformaciones y el papel del sistema capitalista.

El batllismo y el Partido Socialista (PSU)

Coincidencias iniciales: El Partido Socialista del Uruguay, fundado en 1910 por Emilio Frugoni, compartía con el batllismo la preocupación por mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora. Ambos promovieron reformas como la jornada de 8 horas, la protección laboral y la educación gratuita. Las medidas progresistas del batllismo, como la creación de empresas públicas y la legislación social, eran vistas por algunos socialistas como un avance hacia una sociedad más equitativa, aunque dentro de los límites del sistema capitalista. Los socialistas uruguayos, aunque reformistas en comparación con los comunistas, tenían una visión más crítica del capitalismo y consideraban que las reformas batllistas no eran suficientes para resolver las desigualdades estructurales. Frugoni y otros líderes socialistas, como dijimos, veían al batllismo como un movimiento típicamente burgués que, aunque progresista, buscaba preservar el sistema capitalista mediante concesiones a los trabajadores. A medida que el Partido Socialista se consolidaba como una fuerza política, surgió una competencia por el apoyo de la clase trabajadora. El Partido Colorado, bajo la influencia del batllismo, logró captar una base obrera significativa gracias a sus políticas sociales y su discurso inclusivo, debilitando a los socialistas en términos electorales. A pesar de las diferencias, hubo momentos de colaboración entre el batllismo y los socialistas, especialmente en temas como la lucha por la educación laica y las leyes laborales. Sin embargo, los socialistas mantuvieron su independencia ideológica y su crítica a lo que consideraban un paternalismo del Estado batllista.

El batllismo y el Partido Comunista (PCU).  El Partido Comunista del Uruguay se fundó en 1920, producto de una escisión del Partido Socialista, influenciada por el impacto de la Revolución Rusa de 1917 y el surgimiento de la Internacional Comunista (Comintern). A diferencia del PSU, el PCU adoptó una postura revolucionaria, buscando la abolición del capitalismo y la instauración de un sistema socialista mediante la lucha de clases y, eventualmente, la dictadura del proletariado. El Partido Comunista consideraba al batllismo una forma de "socialismo burgués" que buscaba frenar la revolución proletaria mediante reformas que cooptaban a la clase trabajadora. Las políticas redistributivas y sociales del batllismo eran vistas como una estrategia para desactivar la lucha de clases y garantizar la estabilidad del sistema capitalista en Uruguay. El PCU se opuso abiertamente al liderazgo del batllismo en el movimiento obrero y promovió una visión clasista más radical en los sindicatos. Esto llevó a enfrentamientos ideológicos en el seno de las organizaciones obreras, especialmente en momentos de huelga o movilización. A pesar de su discurso radical, el PCU tuvo dificultades para competir con el batllismo, que logró ganarse el apoyo de amplios sectores de los trabajadores a través de su programa de reformas. El batllismo construyó un Estado benefactor que atendía muchas de las demandas de los trabajadores, pero lo hacía desde una perspectiva moderada, evitando los extremos ideológicos. Entre los logros principales, se destacan:

La creación de empresas estatales (como ANTEL, UTE y ANCAP) que fortalecieron la economía pública. Políticas de bienestar como el seguro de enfermedad, el salario mínimo y la regulación laboral. La promoción de una democracia inclusiva, que incorporó a sectores populares al sistema político. Estas medidas limitaron la capacidad del PSU y del PCU para movilizar a las masas, ya que muchos trabajadores veían en el batllismo una solución tangible y moderada a sus problemas, sin necesidad de recurrir a una transformación revolucionaria. La relación entre el batllismo, el PSU y el PCU estuvo marcada por la coexistencia de proyectos que, aunque coincidían en algunos aspectos, divergían profundamente en sus objetivos finales:

  • El batllismo apostó por un Estado reformista y modernizador que integrara a los trabajadores al sistema político y económico, evitando conflictos sociales mayores.
  • El Partido Socialista buscó avanzar gradualmente hacia el socialismo, pero se vio eclipsado por las políticas populares del batllismo.
  • El Partido Comunista, con su postura revolucionaria, quedó aislado políticamente durante estas décadas, aunque mantuvo influencia en algunos sectores sindicales y culturales.

El legado del batllismo fue decisivo en la consolidación de Uruguay como una de las democracias más avanzadas de América Latina, pero también estableció un modelo que desactivó, al menos temporalmente, las aspiraciones más radicales de los movimientos de izquierda.

El modelo batllista clásico, impulsado por José Batlle y Ordóñez en las primeras décadas del siglo XX, estableció un esquema de industrialización sustitutiva de importaciones (ISI), políticas proteccionistas, un Estado benefactor y regulador, y una fuerte intervención estatal en la economía. Este modelo generó crecimiento y estabilidad durante varias décadas.

El neo batllismo, que resurge a fines de la década de 1940 bajo la presidencia de Luis Batlle Berres, busca reavivar ese legado con énfasis en la industrialización, políticas de redistribución del ingreso, altos niveles de protección arancelaria y una ampliación del aparato estatal. Este modelo tuvo cierto éxito inicial en mantener el dinamismo económico, pero se enfrentó a crecientes dificultades estructurales en los años posteriores. La adhesión de Uruguay al GATT representó un desafío significativo para el modelo proteccionista del neo batllismo, ya que implicaba compromisos para reducir barreras comerciales (aranceles) y facilitar un comercio más abierto. Esto afectó al modelo en varios aspectos:

Presión sobre la industria sustitutiva de importaciones: La apertura al comercio exterior expuso a la industria local a una competencia internacional para la cual no estaba preparada, debido a su baja productividad y dependencia de mercados protegidos.

Limitaciones fiscales: La estructura del modelo batllista se sostenía en gran parte por una alta captación fiscal a través de impuestos al comercio exterior (exportaciones e importaciones). La reducción de aranceles afectó las finanzas públicas.

Crisis de la balanza de pagos: Con un sector industrial poco competitivo y una economía dependiente de las exportaciones agropecuarias, la apertura exacerbó los problemas de balanza de pagos, especialmente en un contexto de precios internacionales volátiles.

 El GATT fue un factor relevante, el agotamiento del modelo neo batllista fue más bien el resultado de una combinación de factores internos y externos:

Crisis estructural de la economía uruguaya: Hacia fines de la década de 1950, el modelo ISI enfrentaba serias limitaciones, como el agotamiento del mercado interno, la ineficiencia industrial y la dependencia de las exportaciones de bienes primarios (carne y lana).

Tensiones sociales y políticas: El modelo redistributivo empezó a enfrentar tensiones debido al estancamiento económico, la inflación creciente y el descontento de los sectores obreros y rurales.

Cambios en la economía global: La posguerra trajo un cambio en las dinámicas comerciales internacionales, con la consolidación de grandes bloques económicos y el declive del modelo proteccionista en favor de esquemas de libre comercio.

Conclusión

El modelo batllista de desarrollo se agotó como resultado de una crisis estructural del modelo ISI, agravado por las condiciones internacionales cambiantes y problemas internos de gestión económica. El período posterior al neo batllismo, marcado por la década de 1960, refleja la búsqueda de alternativas en un contexto de creciente inestabilidad económica y social. El golpe final al batllismo clásico fue determinado por la reforma constitucional que pone fin al proyecto colegiado a partir de 1967. Recién luego del proceso de facto entre 1973 y 1984, el retorno de un batllismo pragmático, liberal en lo político y socialdemócrata en lo económico y social va a extender su vigencia hasta 2005.

Ver:

Klein, F. Retorno al Uruguay de los Cincuenta. Planeta. Montevideo 2023.


 

 

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