El estudio de los modelos de Poder Ejecutivo colegiado revela distintas formas de equilibrar el poder político y promover la gobernanza plural. En Europa y América, aunque prevalecen modelos de ejecutivo unipersonal, existen ejemplos significativos de gobiernos colegiados que ilustran enfoques diversos.
Modelos en Europa:
Consejo Federal Suizo (Suiza) Es el ejemplo más emblemático de un Poder Ejecutivo colegiado. Compuesto por 7 miembros, elegidos por la Asamblea Federal. Funciona como un cuerpo colectivo con igual poder entre sus integrantes. La presidencia rota anualmente y tiene un papel más representativo
que decisorio. Suiza busca deliberación, consenso y representación multicultural.Gobiernos de coalición parlamentaria en Bélgica y Países Bajos
aunque tienen primeros ministros, en estos sistemas parlamentarios el poder
ejecutivo se reparte entre los miembros del gabinete, usualmente representantes
de coaliciones multipartidistas. En Bélgica, la división lingüística (valones y
flamencos) promueve una gobernanza colegiada donde múltiples partidos y
comunidades participan en el poder.
San Marino. Este
microestado tiene un modelo único: dos "Capitanes Regentes" ejercen
la jefatura del Estado conjuntamente durante un mandato de seis meses. Este
esquema simboliza la igualdad y evita la concentración de poder.
Modelos en América
Aunque los sistemas ejecutivos colegiados son menos comunes
en América, existen o existieron modelos interesantes:
Primer Triunvirato y Segundo Triunvirato (Argentina,
1811-1814) Durante la Revolución de Mayo, Argentina experimentó con
triunviratos como órganos ejecutivos colegiados. Sin embargo, estos modelos
enfrentaron desafíos prácticos debido a conflictos internos.
Ejecutivo colegiado en Uruguay (1918-1933 y 1952-1967)
En Hispanoamérica, bajo la dominación española encontramos esbozos
de formas colegiadas en las audiencias, órganos plurales jurisdiccionales que
en alguna época de su historia ejercieron funciones tanto judiciales como gubernamentales
para los diversos virreinatos y capitanías generales, hasta que los
gobernadores presidentes asumieron funciones privativas de gobierno. Presionado
el Consejo de Indias por las quejas respecto al funcionamiento del sistema
colegiado, y en los cuales, eran frecuentes las divergencias entre sus
integrantes. No es el caso del Virreinato del Río de la Plata, de tardía
fundación (1776) y periférica importancia, relacionada su constitución con la
necesidad de proteger los dominios rioplatenses y del Atlántico Sur del avance
portugués y de las acechanzas británicas y francesas. La audiencia establecida
para el novel virreinato solo tuvo funciones judiciales y se organizó un
complejo de gobierno que incluyó gobernaciones-intendencias y gobernaciones
militares, entre las cuales aparece la de Montevideo, luego Banda o Provincia
Oriental, y, finalmente, República Oriental del Uruguay. Sin embargo, será
Buenos Aires la primera en instalar un gobierno con pretensión de autonomía
respecto a la metrópoli española. Esto ocurrirá en 1810 y mediante un gobierno
colegiado de siete miembros, uno de los cuales será presidente y comandante de
armas, con dos secretarios: la denominada “Primera Junta”. Esta será sucedida
en diciembre de ese año por un órgano ampliado con representantes de las
provincias conocido como “Junta Grande”, reemplazado en septiembre de 1811 por
otro órgano colegiado de tres miembros. La tensión entre los federalistas y los
centralistas porteños culminarán con sanción de la unitaria Constitución de
1819, rechazada por los caudillos del interior, y culmina en la crisis o
anarquía de 1820. Para entonces, los destinos argentino y uruguayo ya habían
iniciado caminos distintos y, en pocos años, la Provincia Oriental será un
Estado soberano. No fue sencillo para el Estado Oriental del Uruguay echarse a
andar en su vida soberana. Durante el resto del siglo XIX enfrentó dificultades
institucionales y económicas, la participación prácticamente impuesta en la
Guerra de la Triple Alianza, largos periodos de facto, dos magnicidios y la
compleja vigencia de una Constitución formal desnaturalizada en la práctica institucional.
Un cambio de clima y reposicionamiento de liderazgos tras un pico de crisis
(1903-1904) inspiró la visión y acción reformista del principal referente
emergido tras aquellos acontecimientos, el dirigente del Partido Colorado José
Batlle y Ordóñez. La peculiar estructura de fraccionamiento interno de los
partidos uruguayos y los rasgos excepcionales del régimen electoral que regula
su competencia han llevado al postulado de una fuerte interconexión entre uno y
otro. Sistema electoral y sistema de partidos representan, para muchos, dos caras
de la misma moneda. La continuidad del sistema de partidos uruguayo parecía
estar atada, en muy buena medida, a las características de la normativa
electoral. En lo político, la agenda recogió lecciones de las graves tensiones
civiles sufridas. El batllismo, cuyo ideario, composición e influencia resume
la mirada de las clases urbanas medias y
altas, introduce numerosas reformas
sociales y políticas, y afirma así el rol importante del Estado uruguayo en la
vida ciudadana, así como garantiza la provisión de importantes bienes públicos,
participa activamente en la vida económica y social y edifica un sistema
político fundado en el bipartidismo; en suma, “una sociedad organizada con las
premisas intelectuales y culturales de la conciliación nacional”. Al finalizar
su mandato presidencial, Batlle y Ordóñez emprende un viaje por Europa y
residió algunos meses en Suiza, interesado en su modelo organizacional. La
primera innovación de esa fisonomía institucional es la reforma electoral de
1910 que inaugura un sistema de doble vuelta simultánea, lo cual facilitó la
supervivencia, dentro de una única estructura partidaria, de corrientes
heterogéneas y hasta antagónicas. Al regreso de su periplo europeo, electo por
la Asamblea General por amplio margen para nuevo mandato presidencial (periodo
1911-1915), Batlle y Ordóñez propone más reformas electorales e
institucionales. Parte de un cambio en la propia Constitución, necesaria
plataforma para apuntar a objetivos más amplios. La Constitución vigente —1830—
establecía un sistema rígido de reforma con dos vías: una especial, consistente
en la convocatoria de una gran asamblea general compuesta por el doble de
senadores y representantes, especialmente autorizados por sus comitentes para
tratar esta materia con el piso de tres cuartas partes del total de votos de
esta (artículo 159); y otra ordinaria, mediante la voluntad consecuente de tres
legislaturas sucesivas, en las que la primera señala la voluntad de reformar,
la segunda redacta las reformas y la tercera las aprueba (artículos 152 a 159).
En rigor de verdad, este mecanismo solo se ejecutó completo una vez
(persistencia del batllismo en el largo plazo), precisamente a fin de modificar
el procedimiento de reforma; en 1912, la tercera legislatura lo aprueba, de
modo que requiere la declaración de conveniencia de la reforma por las dos
terceras partes y la instalación de una Convención Nacional Constituyente que
se expedirá sobre las enmiendas, aceptándolas o rechazándolas en todo o en
parte. En 1913, Batlle publica los “Apuntes sobre el Colegiado”, en los que
defiende la introducción, reforma mediante, de un ejecutivo pluripersonal, y
propone la eliminación de la presidencia de la República y su reemplazo por un
consejo o comisión de siete o nueve miembros, de renovación gradual; se genera
de inmediato un debate enconado entre adherentes o refractarios al cambio de
sistema. En 1915, Batlle y Ordóñez culmina su segundo periodo al frente del
Ejecutivo y fue sucedido por el doctor Feliciano Viera (colorado). Se aprueba
durante ese mismo año una reforma electoral que estableció la representación
combinada (mayoría absoluta para el ganador y proporcional para bancas
restantes), y el voto universal masculino secreto. Se convoca a comicios para
la Convención Nacional Constituyente. El 30 de julio de 1916 se realiza la
elección de constituyentes. El reformismo batllista encuentra obstáculos en el
propio Partido Colorado y en el Partido Nacional.
Comparación y evaluación
Ventajas: Favorecen
el consenso y la representación de diversas fuerzas políticas, regiones o
grupos étnicos. Reducen la concentración del poder en una sola persona, lo que
puede fortalecer la estabilidad democrática.
Desventajas: A menudo
enfrentan problemas de eficiencia y rapidez en la toma de decisiones. Los
conflictos internos entre miembros del ejecutivo pueden paralizar el gobierno. Los
modelos colegiados persisten como una alternativa viable en contextos donde la
diversidad cultural, lingüística o ideológica requiere acuerdos amplios. Su
éxito depende de un diseño institucional que equilibre representación y
gobernabilidad.
El proyecto de José Batlle y Ordóñez, conocido como
"Los Apuntes", fue el germen conceptual e ideológico del modelo de
Poder Ejecutivo colegiado que se implementó en forma muy diferente en la
Constitución de 1918. Un Poder Ejecutivo
integrado por el presidente y el Consejo Nacional de Administración. Se logró
luego de una ardua negociación y que permitió: Incorporar a la oposición: Un
gobierno colegiado permitiría que el Partido Nacional y otras fuerzas políticas
tuvieran representación efectiva. Fomentar la deliberación: La toma de
decisiones conjunta favorecería el consenso y la reflexión en lugar de
decisiones unilaterales.
Se mantuvo la figura del presidente de la República, quien
coexistiría con el Consejo Nacional de Administración (CNA). Se dividieron las
competencias entre ambos órganos, asignando áreas clave como educación y salud
al CNA. Se estableció que el CNA estaría compuesto por 9 miembros, con una
representación proporcional para el partido minoritario. La nueva Constitución
fue aprobada mediante un plebiscito en noviembre de 1917 y entró en vigor en
1918. Fue la primera constitución en Uruguay que estableció el sufragio secreto
y consolidó un Ejecutivo mixto, integrado por un presidente y el Consejo
Nacional de Administración. Aunque la Constitución de 1918 intentaba balancear
el poder entre los partidos, en la práctica surgieron conflictos de
competencias entre el presidente y el CNA. Las decisiones importantes se
demoraban debido a la necesidad de deliberación y consenso. El Partido Nacional
obtuvo representación en el CNA, lo que marcó un avance en la participación
política de la oposición. Sin embargo, la coexistencia de dos poderes
ejecutivos con atribuciones similares generó tensiones internas en el gobierno.
La crisis económica de la Gran Depresión agravó las deficiencias del sistema.
La falta de rapidez en la toma de decisiones llevó al golpe de Estado de
Gabriel Terra en 1933, que disolvió el CNA y restauró el sistema
presidencialista.
La Constitución de 1952 de Uruguay marcó el segundo intento
de implementar un sistema colegiado de Poder Ejecutivo, conocido como el
Consejo Nacional de Gobierno (CNG). Inspirado nuevamente en el modelo suizo,
este sistema buscó consolidar la gobernanza pluralista, pero enfrentó
dificultades significativas que llevaron a su abolición en la Constitución de
1967.
Crisis de liderazgo presidencial (década de 1940): Uruguay
enfrentaba tensiones políticas entre los partidos tradicionales y demandas de
mayor representación de la oposición. El modelo presidencial, restaurado tras
el golpe de 1933, generaba críticas por concentrar el poder en una sola figura
y por excluir a sectores significativos de la oposición. En 1951, mediante un
plebiscito, el pueblo uruguayo aprobó la reforma constitucional para reemplazar
la figura presidencial con un modelo colegiado, efectivo desde marzo de 1952. Esta
reforma respondía al deseo de evitar el personalismo y promover la inclusión
política. El Consejo Nacional de Gobierno (CNG) estaba integrado por 9
miembros: 6 del partido mayoritario. 3
del partido minoritario. Los consejeros eran elegidos por voto popular a través
de un sistema de representación proporcional. La presidencia del CNG era
ejercida anualmente por uno de sus miembros, en un sistema rotativo. El CNG
asumía la totalidad del Poder Ejecutivo, incluyendo la dirección de la administración
pública, la política económica y la representación internacional del país. Se
eliminó la figura del presidente de la República.
Logros: Permitió la representación de la oposición en el
Poder Ejecutivo, consolidando una democracia inclusiva. Aseguró que las
decisiones fueran producto del consenso entre las principales fuerzas
políticas. Durante los primeros años, el CNG ofreció estabilidad política y
administrativa, especialmente en un contexto de bonanza económica global tras
la Segunda Guerra Mundial. Bajo el CNG, se avanzó en políticas sociales y
laborales, consolidando el modelo de Estado de bienestar uruguayo.
Desafíos: La estructura colegiada dificultaba la toma de
decisiones rápidas y coordinadas. En contextos de crisis, la ausencia de un
liderazgo claro generaba parálisis y percepción de ineficiencia. Las
rivalidades entre los sectores internos de los partidos tradicionales
(colorados y blancos) debilitaban la capacidad del CNG para gobernar de manera
efectiva. Esto agravó las disputas políticas y la incapacidad para implementar
reformas profundas. En la década de 1960, Uruguay enfrentó una severa crisis
económica que puso en evidencia las limitaciones del modelo colegiado para
responder a los problemas estructurales. La lentitud en la toma de decisiones
exacerbó la percepción de inacción del CNG.
Fin del modelo colegiado y del batllismo: Constitución de
1967
En 1966, se realizó un plebiscito en el que la ciudadanía
aprobó el retorno al sistema presidencial. La nueva Constitución, promulgada en
1967, restableció la figura de un presidente de la República con poderes
concentrados, bajo un régimen mixto con mayor representación parlamentaria.
Razones del fracaso del Colegiados: En momentos de crisis, el modelo colegiado no ofrecía soluciones ágiles ni capacidad para liderar reformas estructurales. La fragmentación partidaria dentro del CNG paralizaba el Ejecutivo. El modelo colegiado fue percibido como un sistema incapaz de enfrentar los desafíos económicos y sociales de la época. A partir de allí el ciudadano buscó los aspectos emotivos y nostálgicos de aquél "escudo de los débiles" cambiando su pertenencia al batllismo como proyecto ideológico.
Ver:
De la Peña, F. Integración colegiada del Poder Ejecutivo.
Historia, vestigios y perspectivas… FCU Montevideo. Octubre 2004.
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