La Violencia en América Latina.
El taller sobre la violencia en América Latina, la Guerra Fría y el papel de los Estados Unidos realizado en el Claeh por el Investigador Aldo Marchesi, nos permite realizar una serie de análisis sobre la filosofía de la violencia en la década de 1960 en nuestro Continente.. Desde los trabajos de Frantz Fanon y los escritos de Ernesto “Che” Guevara podemos avanzar sobre el rol de los intelectuales en ese periodo. La investigación llevada adelante desde “La Muy Fiel…” a través de Internet nos permitió acceder a un análisis de Aldo Marchesi sobre el papel de los agitadores intelectuales de la violencia en América Latina.
Los fundamentos teóricos de Aldo Marchesi que fueron manejados durante el seminario lo tomamos textualmente de un articulo que realizó sobre este tema:
“Pero, ¿cómo conceptualizar los diferentes significados que la noción de imperio con su antítesis crítica: antiimperialismo adquirieron a lo largo del siglo XX Latinoamericano? En las últimas décadas variados autores han propuesto nociones cercanas a la idea de imaginación política para referirse a entidades políticas como nación o imperio. Anderson, en su trabajo clásico, caracterizó a la nación como una “comunidad imaginada” y Pagden, desde una perspectiva similar, mostró las diversas maneras en que el imperio español fue pensado por variados intelectuales del momento. En el mismo sentido, pensamos que dicha noción podría ser útil para aproximarnos a una mejor comprensión del fenómeno de las diferentes expresiones intelectuales de antiimperialismo en el siglo XX Latinoamericano. Así como Anderson entendió a la nación: como una comunidad limitada y soberana, la noción de antiimperialismo podría ser concebida como una suerte de extensión de la idea de nación. El antiimperialismo implicó imaginar una comunidad que trascendía la nación. Aunque los discursos antiimperialistas se dieron en escenarios nacionales, en la mayoría de los casos implicaron un sentimiento de pertenencia a una comunidad mas amplia que se construía en oposición al imperio. Las fronteras entre aquellos que pertenecían al imperio y aquellos que “legítimamente” podrían reivindicar alguna forma de soberanía nacional o continental resultaron bastante flexibles y variables en diferentes coyunturas históricas. Dichos límites no fueron territoriales sino políticos; muchas veces “antiimperialistas” denunciaban prácticas o actores “imperialistas” dentro de sus propias comunidades nacionales.
Este tipo de análisis no implica considerar al fenómeno del antiimperialismo como un fenómeno estrictamente discursivo, sin ninguna relación con las diversas condiciones materiales de cada momento histórico. Por el contrario, dichos fenómenos discursivos estuvieron limitados a un particular e histórico campo de posibilidades. Partiendo de ese campo de posibilidades, existieron múltiples alternativas para imaginar la relación que entabló Latinoamérica con aquellas potencias que influyeron en su historia contemporánea. La construcción de saberes particulares en el campo intelectual y el campo de la política contribuyó al análisis de las relaciones internacionales de los países latinoamericanos. La configuración que se dió entre estos dos campos incidió centralmente en la manera de pensar esta relación. Dichos saberes se fueron construyendo no sólo a partir de los desafíos que cada presente generaba para dichos actores, sino que también estuvieron condicionados por la discusión acerca del pasado y los proyectos de futuro.
De una manera general, podemos decir que durante el siglo XX al menos tres momentos marcaron cambios importantes en los significados de la antinomia Imperio-antiimperialismo. El comienzo del siglo, donde el progresivo protagonismo de EE.UU. y el alejamiento de Inglaterra generaron múltiples discusiones acerca de los riesgos y beneficios del nuevo mapa internacional en términos culturales, económicos y políticos. Este primer momento no necesariamente fue visto como una amenaza, sino como una oportunidad para la modernización, especialmente para sectores medios que estaban emergiendo en algunos países de la región. El ascenso de los populismos desde los 40 con sus diversas variantes de izquierdas y derechas tendió a marcar una polarizacion entre la nación y lo extranjero, expresada en el relato histórico, y en los proyectos económicos y sociales. Y por ultimo, la década de los 60 y los 70 que, con la constatación del fracaso de las experiencias desarrollistas y populistas bajo el telón de fondo de la guerra fría, reformuló el antiimperialismo en una perspectiva mas radicalizada, donde la emergencia de la revolución cubana representó para variados intelectuales el camino para una modernización latinoamericana alternativa al capitalismo.”
Como introducción al análisis y complementando el debate, muy rico por cierto, que se generó en el taller utilizaremos la lectura de Fanon cuyo prologuista Sartre define la situación de opresión de los pueblos en vías de descolonización como:
“ esa violencia irreprimible, lo demuestra plenamente, no es una absurda tempestad ni la resurrección de instintos salvajes ni siquiera un efecto del resentimiento: es el hombre mismo reintegrándose. Esa verdad, me parece, la hemos conocido y la hemos olvidado: ninguna dulzura borrará las señales de la violencia; sólo la violencia puede destruirlas. Y el colonizado se cura de la neurosis colonial expulsando al colono con las armas. Cuando su ira estalla, recupera su transparencia perdida, se conoce en la medida misma en que se hace; de lejos, consideramos su guerra como el triunfo de la barbarie; pero procede por sí misma a la emancipación progresiva del combatiente, liquida en él y fuera de él, progresivamente, las tinieblas coloniales.”
Breve biografía de Frantz Fanon.
Uno de los pensadores más contundentes de la descolonización fue Frantz Fanon. Nacido en la Martinica en 1925, a los dieciocho años abandonó su tierra para sumarse como voluntario a la resistencia antinazi. Estudió medicina y psiquiatría en Lyon, donde publicó, en 1952, su primer libro: Piel negra, máscaras blancas. En éste es ya definitiva su posición contra el racismo y el colonialismo. Al año siguiente fue enviado a trabajar en un hospital de Argelia, donde desempeñó el cargo de jefe del Departamento de Psiquiatría. Durante ese periodo estalló la guerra revolucionaria por la independencia de Argelia y Fanon tuvo que atender a pacientes, torturados y torturadores, que le narraron sus experiencias. Fue entonces que decidió romper definitivamente con el sistema y viajó a Túnez para incorporarse a la lucha del Ejército de Liberación Nacional argelino. Publicó sus ideas en diversos periódicos y revistas. En 1959 salió a la luz otro libro suyo titulado Sociología de una revolución, que fue traducido por primera vez al castellano en México, aquel año de 1968. Cuando el movimiento independentista estableció el Gobierno Provisional en el exterior, Frantz Fanon fue nombrado representante en Ghana, desde donde contribuyó a la red de abastecimiento del Ejército de Liberación. Fue allí donde enfermó de leucemia, hecho que lo urgió a escribir en diez meses su último libro, Los condenados de la tierra. Murió el 6 de diciembre de 1961, poco antes de que Argelia conquistara su independencia.
Fanon plantea, sin rodeos, que el cuestionamiento del mundo colonial no es una confrontación de puntos de vista sobre significados universales, sino una lucha antagónica que tiene su raíz en la explotación y opresión de la mayor parte de los pueblos del mundo. En los países dominados, en mayor o menor medida, rige el principio de que "se es rico porque se es blanco y se es blanco porque se es rico". Ese orden no sólo es económico, político y militar, sino que conlleva también la colonización del imaginario.
El colonialismo, a través de las universidades, arraiga profundamente en el espíritu del colonizado la idea de que las esencias son eternas. Las esencias occidentales, por supuesto. El colonizado acepta lo bien fundado de estas ideas (en primer lugar el individualismo), y en un repliegue de su conciencia se convierte en centinela encargado de defender el pedestal grecolatino.
La violencia: ¿ solo es tal según su origen u objetivos?
Por eso, en el momento en que los pueblos dominados se rebelan, surgen los intermediarios del sistema, la burguesía criolla y las élites intelectuales, introduciendo la noción de la no-violencia, el rechazo del uso de la fuerza ante un orden basado en la fuerza. Según Fanon, los dirigentes de los partidos nacionalistas se precipitan hacia el poder para decirle: "Esto es muy grave, nadie sabe cómo va a acabar. Hay que encontrar una solución; hay que encontrar una transacción". En realidad no creen que la tierna furia de las masas oprimidas sea el medio más eficaz para defender sus propios intereses, su función de visagra en el sistema de dominación. Para ellos no hay duda: todo intento de quebrar la opresión colonial mediante la fuerza es una conducta desesperada, una conducta suicida. Y es que en su conciencia es la tecnología de guerra, y no el hombre combatiente, lo que ocupa el lugar central. Es entonces cuando todos los santos que han ofrecido la otra mejilla, que han perdonado las ofensas, que han recibido sin estremecerse los escupitajos y los insultos, son enaltecidos y puestos como ejemplo. Que el militarismo alemán, español, francés, inglés o yanqui decida expandir sus fronteras, intervenir en los asuntos internos de otros pueblos y hacerles la guerra para arrebatarles su territorio, como ocurrió el siglo pasado en México, no sorprende a los defensores de la no-violencia. Estos intermediarios nunca se oponen a la violencia de la metrópoli; sólo se oponen a la violencia de los rebeldes. Si acaso lucharon alguna vez en su vida, es evidente que pronto llegaron a la conclusión de que esa lucha no valía la pena.
La lucha rebelde: ¿justifica la violencia?
Frente a esta posición de los intermediarios, Frantz Fanon recuerda que la lucha rebelde unifica al pueblo. En el plano de los individuos desintoxica, libera al colonizado de su complejo de inferioridad, de las actitudes contemplativas o desesperadas. Lo hace intrépido pero, sobre todo, lo rehabilita ante sus propios ojos. Aunque la lucha armada sea simbólica y breve, el pueblo tiene tiempo de convencerse de que la liberación es posible si es una labor de todos, porque la rebelión lleva al pueblo a la altura del dirigente, a la oportunidad de ser el protagonista de su propia historia. Por esto, si la lucha de liberación alcanza la victoria, todo el proceso revolucionario, su madurez o su decadencia, puede examinarse a la luz de una pregunta fundamental: si es que la masa desarrolla o pierde el control de su propio destino.
La descolonización y la Guerra Fría
Surge claramente la reivindicación de la violencia, como el mecanismo de obtención de objetivos sociales, en un tiempo conflictivo con la Descolonización como telón de fondo de una Guerra Fría que se inmiscuía en todos los aspectos políticos y sociales del periodo. Continúa Sartre sosteniendo y justificando la acción violenta de los pueblos oprimidos afirmando:
“Desde que empieza, es una guerra sin piedad. O se sigue aterrorizado o se vuelve uno terrible; es decir: o se abandona uno a las disociaciones de una vida falseada o se conquista la unidad innata. Cuando los campesinos reciben los fusiles, los viejos mitos palidecen, las prohibiciones desaparecen una por una; el arma de un combatiente es su humanidad. Porque, en los primeros momentos de la rebelión, hay que matar: matar a un europeo es matar dos pujaros de un tiro, suprimir a la vez a un opresor y a un oprimido: quedan un hombre muerto y un hombre libre; el superviviente, por primera vez, siente un suelo nacional bajo la planta de los pies”.
En sus escritos revolucionarios el Che Guevara utiliza conceptos muy parecidos a los manejados por Sartre. La polémica, observándola con la lejanía y el tiempo transcurrido, se centra sobre el rol del intelectual como animador de la lucha revolucionaria. Su influencia y la sangre derramada, muchas veces no concuerda con los resultados obtenidos. Ernesto “che” Guevara realizó un perfecto manual del guerrillero. Lo cierto es que hasta su acción de praxis revolucionaria, la izquierda latinoamericana era semejante a un folletin del corazón en el cual las diferencias, cercanías, conflictos y distancias entre los partidos comunistas, los movimientos nacionalistas y los movimientos populistas marcaban la relación entre ellos. Podemos fundamentar la violencia en América Latina con la confesión del propio Guevara al conocer a Fidel Castro:
“Lo conocí en una de esas noches frías de México, y recuerdo que nuestra primera discusión versó sobre política internacional. A pocas horas de la misma noche –en la madrugada- era yo uno de los futuros expedicionarios (…). Había que hacer, que luchar, que concretar. Que dejar de llorar y pelear”
Principios generales de la lucha guerrillera
"Consideramos que tres aportaciones fundamentales hizo la Revolución cubana a la mecánica de los movimientos revolucionarios en América, son ellas: (1) Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército. (2) No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas. (3) En la América subdesarrollada el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo.” Sin embargo, en múltiples oportunidades, al inicio del movimiento revolucionario, el fundamento de la lucha se sostenía en la lucha contra gobiernos tiránicos o despóticos no contra gobiernos representativos. En esa circunstancia se sostenía que donde un gobierno haya subido al poder por alguna forma de consulta popular, fraudulenta o no, y se mantenga al menos una apariencia de legalidad constitucional, el brote guerrillero es imposible de producir por no haberse agotado las posibilidades de la lucha cívica.
Analizado el modo operacional de la guerrilla, su forma de lucha y comprendiendo su base de masas sólo nos resta preguntar: ¿por qué lucha el guerrillero? Tenemos que llegar a la conclusión inevitable de que el guerrillero se considera un reformador social, que empuña las armas respondiendo a la protesta airada del pueblo contra sus opresores y que lucha por cambiar el régimen social que mantiene a todos sus hermanos desarmados en el oprobio o la miseria. Se lanza contra las condiciones especiales de la institucionalidad de un momento dado y se dedica a romper, con todo el vigor que las circunstancias permitan, los moldes de esa institucionalidad. A fines de la década de 1950 se esta dando la descolonización, lo que Fanon define como la rebelión de los pueblos oprimidos, las grandes potencias colonialistas van perdiendo terreno ante la lucha de los pueblos y la decadencia de las primeras potencias colonialistas. Bélgica y Holanda, son dos caricaturas de imperio; Alemania e Italia perdieron sus colonias. Francia se debate en la amargura de una guerra que tiene pérdida en Indochina, e Inglaterra, liquida el poder político manteniendo las conexiones económicas. La victoria de John F. Kennedy sobre Richard Nixon marca cambios en las relaciones internacionales de los 60. Con el clan Kennedy llega al poder la promesa de una sociedad mejor, sofisticada, compleja, intelectual y progresista.
Los años sesenta.
Para Estados Unidos la era de Kennedy y su sucesor Johnson era difícil, la sociedad esta dividida por conflictos sociales, la rebelión de la juventud, por la lucha de los negros por sus derechos y por la creciente oposición tanto en el plano local como internacional, a la guerra en Vietnam. La sociedad norteamericana tiene incertidumbre, se cuestionan los códigos, los valores y los dogmas tradicionales. En sus discursos Kennedy habla de la cooperación pacífica en el espacio entre el Este y el Oeste. En definitiva sostiene que la carrera espacial no se convierta en un nuevo escenario de la Guerra Fría.
Entre tanto la visión de Ernesto Guevara sobre los Estados Unidos era mucho más compleja y lapidaria:
“El capitalismo norteamericano reemplazó algunos de los viejos capitalismos coloniales en los países que iniciaron su vida independiente, pero sabe que esto es transitorio y que no hay un afincamiento real en el nuevo territorio de sus especulaciones financieras: podrán absorber como el pulpo, pero no aplicar las ventosas firmemente como él. La garra del águila imperial está limada. El colonialismo ha muerto en todos estos lugares del mundo o está en proceso de muerte natural. América es otra cosa. Hace tiempo que el león inglés quitó sus fauces golosas de nuestra América y los jóvenes y simpáticos capitalistas yanquis instalaron la versión «democrática» de los clubes ingleses e impusieron su dominación soberana en cada una de las veinte repúblicas. Esto es el feudo colonial del monopolio norteamericano, el «traspatio de su propia casa», su razón de vivir en este momento y su única posibilidad de hacerlo; si todos los pueblos latinoamericanos levantaran la bandera de la dignidad, como Cuba, el monopolio temblaría, tendría que acomodarse a una nueva situación político-económica y a podas sustanciales de sus ganancias. Al monopolio no le gusta podar sus ganancias y el ejemplo cubano -este «mal ejemplo» de dignidad nacional e internacional- está cundiendo entre los países de América. Cada vez que un pueblo desgarrado lanza su grito de liberación, se acusa a Cuba; y es que en alguna forma Cuba es culpable, es culpable porque ha mostrado un camino, el camino de la lucha armada popular contra los ejércitos supuestamente invencibles, el camino de la lucha en los lugares agrestes para desgastar y destruir al enemigo fuera de sus bases; el camino de la dignidad en una palabra. Mal ejemplo el cubano, muy mal ejemplo. No puede dormir tranquilo el monopolio mientras este mal ejemplo permanezca de pie, de frente a los peligros, avanzando hacía el futuro. Hay que destruirlo, gritan sus voceros. Hay que intervenir en ese bastión «comunista», gritan los sirvientes del monopolio disfrazado de representantes a la Cámara. «Nos provoca mucha inquietud la situación cubana», dicen los más ladinos defensores del trust, pero todos sabemos que quieren decir: «Hay que destruirla.» El complejo entramado político que se desarrolla en el marco de la descolonización hace posible que interpretaciones sobre el imperialismo realizadas por personas con distinta praxis revolucionaria, desde el escritorio o desde la sierra, la generación de ideas violentistas toma cuerpo en la década de 1960:
De la estrategia de la Contención al inicio de la lucha armada en América Latina.
La perdida de Vietnam por Francia va a ser catalizador de varios movimientos politicos antinorteamericanos en el mundo de fines de 1950. Continuamos con Sartre en su prologo al libro de Fanon:
“La gran victoria del pueblo vietnamita en Dien-Bien-Phu no es ya, estrictamente hablando, una victoria vietnamita. Desde julio de 1954, el problema que se han planteado los pueblos colonialistas ha sido el siguiente: "¿Qué hay que hacer para lograr un Dien-Bien-Phu? ¿Cómo empezar?" Ningún colonizado podía dudar ya de la posibilidad de ese Dien-Bien-Phu. Lo que constituía el problema era la distribución de las fuerzas, su organización, el momento de su entrada en acción. Esta violencia del ambiente no modifica sólo a los colonizados, sino igualmente a los colonialistas que toman conciencia de múltiples Dien-Bien-Phu. Por eso un verdadero pánico ordenado va a apoderarse de los gobiernos colonialistas. Su propósito es tomar la delantera, inclinar hacia la derecha los movimientos de liberación, desarmar al pueblo: descolonicemos rápidamente. Descolonicemos el Congo antes de que se transforme en Argelia. Votemos la ley fundamental para África, formemos la Comunidad, renovemos esta Comunidad, pero, os conjuro, descolonicemos, descolonicemos... Se descoloniza a tal ritmo que se impone la independencia a Houphouet-Boigny. A la estrategia del Dien-Bien-Phu, definida por el colonizado, el colonialista responde con la estrategia del encuadramiento... respetando la soberanía de los Estados.”
El Che en Montevideo
Intentaremos aproximarnos al fundamento violentista, con los fundamentos intelectuales de interpretación ideológica de la Guerra Fría. El propio Che Guevara en Montevideo sostenía lo siguiente:
“Quisiera también agradecer personalmente al señor Presidente de la Asamblea el obsequio que nos hiciera de las obras completas de Rodó y explicarle que no iniciamos esta alocución con una cita de ese grande americano por dos circunstancias. La primera es que volvimos a Ariel después de muchos años, para buscar algún pasaje que representara, en el momento actual, las ideas de alguien que, más que uruguayo, es americano nuestro, americano del Río Bravo hacia el Sur, pero Rodó manifiesta en todo su Ariel la lucha violenta y las contradicciones de los pueblos latinoamericanos contra la nación que hace cincuenta años ya, también estaba interfiriendo nuestra economía y nuestra libertad política, lo que era impropio citar tratándose de un dueño de la casa.
Y la segunda razón, señor Presidente, es que el Presidente de una de las delegaciones aquí presentes nos hizo el regalo de una cita de Martí para iniciar su intervención. Contestaremos, pues, a Martí con Martí. A Martí con Martí, pero con el Martí antiimperialista y antifeudal, que murió de cara a las balas españolas luchando por la libertad de su patria y tratando de impedir, con la libertad de Cuba, que los Estados Unidos cayeran sobre la América Latina, como escribiera en una de sus últimas cartas.
En aquella Conferencia Monetaria Internacional, que el señor Presidente del Banco Interamericano recordó hablando de los setenta años de espera, en su alocución inaugural, decía Martí:
«Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra manda, el pueblo que vende sirve; hay que equilibrar el comercio para asegurar la libertad; el pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse vende a más de uno. El influjo excesivo de un país en el comercio de otro se convierte en influjo político. La política es obra de los hombres, que rinde sus sentimientos. Cuando un pueblo fuerte da de comer a otro se hace servir de él. Cuando un pueblo fuerte quiere dar batalla a otro, compele a la alianza y al servicio a los que necesitan de él. El pueblo que quiere ser libre, sea libre en negocios. Distribuya sus negocios entre otros países igualmente fuertes. Si ha de preferir a alguno, prefiera al que lo necesite menos. Ni uniones de América contra Europa, ni con Europa contra un pueblo de América. El caso geográfico de vivir juntos en América no obliga sino en la mente de algún candidato o algún bachiller a unión política. El comercio va por las vertientes de tierra y agua y detrás de quien tiene algo que cambiar por él, sea monarquía o república. La unión con el mundo, y no con una parte de él; no con una parte de él contra otra. Si algún oficio tiene la familia de repúblicas de América, no es el de ir de arria de una de ellas contra las repúblicas futuras.»
Ese era Martí hace 70 años, señor Presidente.”
Los Estados Unidos y América Latina
La política Norteamericana de "buena vecindad" propuesta por el presidente norteamericano Franklin Delano Roosvelt se completó durante la Segunda Guerra Mundial con la de "defensa hemisférica" ante el nazifascismo. Esto significó una nueva relación con los países latinoamericanos, basada en la diplomacia y la negociación, en vez de la intervención directa frente a la falta de acuerdo.
Durante la guerra, el gobierno y las empresas norteamericanos aprovecharon la debilidad del comercio latinoamericano con Europa, para aumentar su influencia en el continente. La guerra, al desarrollarse en Europa y Asia, no solo que no afectó la producción norteamericana sino que la fortaleció mientras sus principales competidores industriales estaban destruidos. Esto posibilitó un notable incrementando en la venta de insumos destinados a la industrialización, generando una fuerte subordinación tecnológica , al depender las industrias locales de la maquinaria y los repuestos fabricados en los Estados Unidos.
La influencia económica de política de los Estados Unidos en América Latina se expresó en la creación en 1948 de la O.E.A.( Organización de los Estados Americanos) creando una instancia de relación entre los diferentes estados nacionales donde el país del norte hizo sentir su poder de presión. Esto va a repercutir profundamente en las relaciones hemisféricas durante los siguientes 20 años.
Etapas de la violencia en América Latina
Hemos tomado estos datos de trabajos de Martha Harnecker en su ensayo sobre la Historia de la izquierda latinoamericana.
La primera etapa comienza con el triunfo de la Revolución Cubana el 1 de enero de 1959 y se puede subdividir en tres fases: la primera, de gran efervescencia revolucionaria, que va desde el triunfo de la Revolución Cubana hasta la derrota de Allende en Chile; la segunda, de involución y triunfo de las fuerzas conservadoras, que se extiende desde el golpe militar en Chile hasta el triunfo de la Revolución Sandinista; y la tercera, desde esta fecha hasta la caída del socialismo en Europa del Este, en que nuevamente las fuerzas del cambio avanzan, pero ahora fundamentalmente en Centroamérica y Colombia, mientras se produce una lenta y condicionada retirada de los militares a los cuarteles en los países del Sur.
Triunfo de la revolución cubana (1 de enero de 1959)
La Revolución Cubana triunfa el 1 de enero de 1959, en un contexto de crisis capitalista en nuestro subcontinente y dentro de una correlación mundial de fuerzas que había ido cambiando a favor del campo socialista y los movimientos de liberación nacional en el Tercer Mundo.
.La victoria guerrillera en la isla caribeña despierta la simpatía de la mayor parte de la izquierda occidental, era una luz que asomaba en el horizonte conservador que entonces se vivía. Tenía todas las cualidades para ser atractiva, especialmente para los jóvenes: espíritu romántico, heroísmo en las montañas, antiguos líderes estudiantiles con la desinteresada generosidad de su juventud -el más viejo apenas pasaba los treinta años-, un pueblo jubiloso en un paraíso turístico tropical que latía a ritmo de rumba (Hobsbawm, 1994, p.439).
Pero no sólo atrae, sino que constituye un gran aliento para las luchas populares porque rompe con dos tipos de fatalismo muy difundidos en la izquierda latinoamericana: uno geográfico y otro de estrategia militar. El primero planteaba que los Estados Unidos no tolerarían una revolución socialista en su área estratégica (Gaspar, 1997, p.9) y Cuba triunfa a noventa millas de sus costas; el segundo sostenía que, dada la sofisticación que habían alcanzado los ejércitos, ya no era posible vencer a un ejército regular y Cuba demuestra que la táctica guerrillera es capaz de ir debilitando el ejército enemigo hasta llegar a liquidarlo. Los jóvenes de izquierda de los sesenta pensamos que íbamos a poder contemplar relativamente pronto una transformación social profunda en nuestros propios países.
El triunfo del Movimiento 23 de Julio -que es interpretado como una prueba de la eficacia de las armas en manos del pueblo para conseguir la independencia y el desarrollo nacionales- se produce en un momento de gran escepticismo de importantes sectores de la izquierda en relación con las elecciones y la incapacidad de los regímenes democrático- burgueses para mejorar las condiciones de vida del pueblo. No es de extrañar, entonces, que haya inspirado a la intelectualidad militante en un subcontinente de gatillo fácil y donde el valor altruista, especialmente cuando se manifiesta en gestos heroicos es bien recibido (Hobsbawm, 1994, p.439), a la que proporciona contundentes argumentos contra la vía pacífica al socialismo adoptada XXº Congreso del PCUS en 1956 y seguida fielmente por la mayor parte de los partidos comunistas de América Latina. Sin tener en cuenta las condiciones concretas de cada país, la lucha armada llega a ser considerada el camino exclusivo para llevar adelante la revolución. De medio se transforma en fin. Sólo se era consecuentemente revolucionario si se estaba dispuesto a tomar un fusil y partir al monte o a la lucha armada clandestina en las ciudades. La vía armada era entonces -como sostiene Carlos Vilas- el documento de identidad de una propuesta revolucionaria (1996, p.5). Muy pocos eran los que intentaban agotar primero todos los otros caminos para mostrar a sus pueblos que no eran los revolucionarios los que elegían la violencia, como sabiamente lo hizo Fidel en Cuba (Harnecker, 1986, pp. 46-55), quien poco antes de lanzar la expedición del Granma volvió a plantear a Batista la posibilidad de evitar la guerra si se iba a elecciones verdaderamente libres, para dejar bien claro que la violencia no era elegida por ellos, sino impuesta por el enemigo.
La polémica con los partidos comunistas, ya señalada, y el hecho de que éstos utilizaran las elecciones como una de las formas principales de lucha, determinó que rechazaran esta forma de lucha. Estaban dispuestos a combinar la lucha armada con la lucha de masas, pero no con la lucha electoral. En esos años cualquier tipo de incursión en el terreno institucional era descartado por completo. La diferenciación entre reformistas y revolucionarios pasaba por su definición a favor o en contra de la utilización inmediata de la lucha armada.
La primera revolución socialista en el mundo occidental no sólo influyó en el terreno político, sino que también tuvo una gran trascendencia cultural. Su originalidad, el hecho de haber triunfado a pesar de los esquemas establecidos, ayudó a abrir espacio a nuevas ideas y a una renovación del pensamiento social latinoamericano que gracias a esta revolución se tercermundializó.
A modo de conclusión
El foquismo, el nacionalismo y el sentimiento antinorteamericano marcó parte del desarrollo de la violencia en América Latina. Los gobernantes norteamericanos siempre han tenido problemas para entender los nacionalismos en cualquier parte del mundo. Esos movimientos los atribuyen a influencias externas, por ejemplo el comunismo durante la Guerra Fría. En América Latina, la politica del Big Stick dirigida esencialmente hacia Mexico y América Central, generaron grandes resentimientos. La Standard Oil y la United Fruit Company tuvieron, por lo menos una política arrogante. La politica llevada adelante contra el avance comunista hizo confundir cualquier movimiento latinoamericano como inspirado o lisa y llanamente llevado adelante por el Comunismo. Sin embargo podemos afirmar que la espiral de violencia estaba desenrollándose en América Latina. Los actores principales con distintos métodos y convicciones no hicieron otra cosa que acelerar el proceso de enfrentamientos que llevaría a sufrir dictaduras militares en casi todo el Continente. El enfoque de este trabajo se centra en el papel de los Estados Unidos en el desarrollo de la violencia en América Latina, pero no podemos dejar de mencionar que las políticas llevadas adelante por la Unión Soviética frente a los hechos que hemos mencionado, no favorecieron en nada los intentos de eliminar el violentismo imperante en la región.
Bibliografía,
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Galeano, Eduardo, Las venas abiertas de América Latina, México: Siglo XXI Editores, 1985.
Moniz Bandeira, Luis Alberto, La formación del Imperio Americano, Argentina. Grupo Editorial Norma, 2007.
Nieto, Clara. Los Amos de la Guerra: el intervencionismo de Estados Unidos en América Latina. De Eisenhower a G.W.Bush. Barcelona. Debate. 2005.
Otras fuentes.
Merchesi, Aldo. Taller sobre la violencia en América Latina, la Guerra Fría y el papel de los Estados Unidos. Montevideo. Claeh. 2006.
C:\Documents and Settings\Usuario\Mis documentos\Claeh\Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe - Imaginación política del antiimperialismo intelectuales y política en el Cono Sur a fines de los sesenta.mht.
Granma, Cuba. Biblioteca electrónica de textos marxistas. Cuba. 2007